Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

desta Habitación de aquella casal á la que la Jo- 
ven patricia había ido para ponerse el traje de 
la Asociación de Señoras Protectoras de los Pre- 
sos. 
Se recordará 10 que había pasado. 
El Hombre Gris la dijo: 
—Sé en donde están las cartas de amor que es- 
cribiste al desventurado Ricardo Harrisson. 
Y desde entonces, lady Elena hizo cuanto él 
quiso. 
Consintió en ceder su velo negro y su traje de 
lana burda á Susana la irlandesa y en esperar 
en aquella habitación el regreso de la amante de 
Bulton. 
Más tarde, cuando volvió Susana y la entregó 
su traje, que lady Elena consideró desde aquel 
momento como mancillado por impuro contacto, 
lo metió pieza á pieza en la estufa de tierra re- 
fractaria- que había en la misma habitación y lo 
quemó, Lo único que guardó fué la placa de co- 
bre. 
Se recordará también que el Hombre Gris, al 
separarse de ella, la dijo: 
Mañana, á las doce, estaré en vuestra casa, 
El Hombre Gris no cumplió su palabra. 
¿Por qué? 
Al día siguiente y al entrar en su cuarto, ha- 
11ó lady Elena una carta sobre la chimenea. 
¿De dónde procedía? ¿Quién la había llevado? 
¡Misterio! 
La carta decía: 
«Milady: Me ausento por 'unos cuantos días; yo 
»no puedo asistir á la cita que 0s dí. No temáis 
»nada: «están en seguridad.» —VUESTRO ENEMIGO.» 
Desde entonces lady Elena esperó en vano, por- 
que el Hombre Gris no se presentó. 
Como se ve, el Times daba noticias suyas y lady 
Elena juró la pérdida de aquel hombre que tenía 
Aran? vá
	        
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