desta Habitación de aquella casal á la que la Jo-
ven patricia había ido para ponerse el traje de
la Asociación de Señoras Protectoras de los Pre-
sos.
Se recordará 10 que había pasado.
El Hombre Gris la dijo:
—Sé en donde están las cartas de amor que es-
cribiste al desventurado Ricardo Harrisson.
Y desde entonces, lady Elena hizo cuanto él
quiso.
Consintió en ceder su velo negro y su traje de
lana burda á Susana la irlandesa y en esperar
en aquella habitación el regreso de la amante de
Bulton.
Más tarde, cuando volvió Susana y la entregó
su traje, que lady Elena consideró desde aquel
momento como mancillado por impuro contacto,
lo metió pieza á pieza en la estufa de tierra re-
fractaria- que había en la misma habitación y lo
quemó, Lo único que guardó fué la placa de co-
bre.
Se recordará también que el Hombre Gris, al
separarse de ella, la dijo:
Mañana, á las doce, estaré en vuestra casa,
El Hombre Gris no cumplió su palabra.
¿Por qué?
Al día siguiente y al entrar en su cuarto, ha-
11ó lady Elena una carta sobre la chimenea.
¿De dónde procedía? ¿Quién la había llevado?
¡Misterio!
La carta decía:
«Milady: Me ausento por 'unos cuantos días; yo
»no puedo asistir á la cita que 0s dí. No temáis
»nada: «están en seguridad.» —VUESTRO ENEMIGO.»
Desde entonces lady Elena esperó en vano, por-
que el Hombre Gris no se presentó.
Como se ve, el Times daba noticias suyas y lady
Elena juró la pérdida de aquel hombre que tenía
Aran? vá