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necesidad de 1miplorar la caridad de un sacerdote
católico ?
Sí, milady.
—Y, sin embargo, esa no es vuestra religión,
No, milady, no lo es, pero la parroquia na
quiso hacer nada en nuestro favor diciéndonos que
no somos del barrio. Quise llevar mis hijos «al
Refugio y se negaron á dejarles entrar en él, di-
¡éndome que no había plaza.
Hacía un mes que Patricio estaba preso y ha-
bía yo trabajado tanto que tenía los ojos perdi-
dos; lo vendimos todo y llegó el día en que na
tuvimos pan que llevar á la boca.
Mis pobres hijos no habían comido desde la
víspera y yo apenas podía tenerme en pie. Como
los oía gritar y quejarse, se apoderó de mí la
desesperación; salí como una loca y me fuí por
esas calles tendiendo la mano y corriendo el ries-
go de que me viese un policeman y me llevase á
la cárcel.
Pero ¿quién podía hacerme una limosna en este
barrio cuando todos están en disposición de re-
Cibirla ?
Hacía más de dos horas que vagaba á la: ven-
tura, implorando en vano la caridad de los tran-
seuntes.
Se asolaron mis fuerzas, 'me zumbaban los: of-
dos y tenía ensangrentados los ojos. A fuerza
de andar llegué hasta San Jorge, la catedral de
los católicos,
Al Megar allí se me doblaron las piernas, cerré
los ojos y exclamé:
¡Dios mío! Permitid que muera, si tal es vues-
tra voluntad, pero dad pan á mis hijos.»
_En aquel momento salía un sacerdote de la igle-
sia,
Cementerio de los ajusticiados—-6