Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

Y 
El cochero respondió con un signo afirmativa 
y puso el caballo al paso. 
Y lady Elena dijo al. Hombre Gris: 
—Ahora, señor, podéis hablar, que os escucho. 
—En apariencia, milady—dijo el Hombre Gris, 
—soy culpable de una falta de cortesía y tengo 
empeño en disculparme. Tuve necesidad de vues- 
tro auxilio y me prestasteis un verdadero servi- 
cio consintiendo en prestar vuestro traje y la 
placa de cobre á esa pobre Susana que deseaba 
ver á Bulton por última vez. En cambio, habíame 
yo ofrecido á presentarme al día siguiente en vues- 
tra casa, 
—A las doce de la noche—observó lady Elena 
con cierta ironía. 
—Que era la hora más cómoda y, la menos á 
propósito para no comprometeros, 
—Es cierto, mas no fuísteis. 
—Tuve mucho que hacer y que despachar una 
porción de misteriosos asuntos. Bien sabéis, mi- 
lady, que iban á ahorcar á Juan Colden 
—Lo sé. 
—Juan Colden es muy buen hijo de esa Irlanda 
la que vuestro padre hizo traición y de la que 
os declarasteis cnemiga. 
Así es, ¿qué más?—preguntó fríamente lady 
Elena. 
—Juan Colden, arriesgó su vida por salvar al 
niño del molino... 
—Sí, sí—interrumpió lady Elena con voz irrita- 
da.—Lo sé, 
—Y era necesario á toda costa salvar á ese po- 
bre Juan Colden. 
—¡Y le salvasteis!—exclamó mofándose la pa- 
bricia. 
—Tendría poca gracia que yo negase ahora lo 
que con tantos detalles contó el Times, 
—Continuad, .
	        
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