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—Me odiáis demasiado para que no llegue un
día en que yo pueda dominaros—replicó el Hom-
bre Gris,
Y abriendo la portezuela con mucha ligereza,
añadió:
—Adiós, lady Elena, 6 mejor dicho hasta la vis-
ta... No tengáis miedo á nada, porque vuestras
cartas están en seguridad,
Y saltó á la calle y antes de que lady Elena
tuviese tiempo de decir ni una sola palabra, se
alejó á la carrera,
vr
Ante fan brusca partida, quedóse estupefacta la-
dy Elena.
—¡Oh!—exclamó con un acento en el que se
confundían el rencor y el desprecio.—Ese hombre
me desafía, pero yo le aplastaré lo mismo que si
fuese un reptil.
La joven patricia tenía una tempestad en el alma.
¿Quién era aquel hombre que poseía su secreto,
: que sabía todo cuanto '4 ella hacía referencia y
d acerca del cual no sabía nada?
Presentábase unas veces como un caballero, al
día siguiente como un pobre de solemnidad, otras
veces montaba un caballo de raza Ó bien se sen-
taba á la mesa de una taberna en el Wapping con
ladrones y muierzuelas y después osaba presen»