Full text: La señorita Elena (5)

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—¿Es que también perdísteis otra partida? 
—No, es que á mí me fascinó otra sirena. 
—¡Ah! 
—Sí, una sirena que, como podéis suponer muy 
vien, no vendrá jamás á estos lugares 
—¿ Y fué ella?... 
—Ella fué la que, por motivos que no me quiso 
revelar, deseó que el mayor y la Sirena se co- 
nociesen. 
—¿Y se puede saber el nombre de vuestra si- 
rena ? 
Sí, —dijo el marqués,—es lady Elena Palmure. 
Al oir este nombre lanzó Carlos Mitchell una ex- 
clamación de asombro. 
—Que me cuelguen ahora mismo delante de la 
puerta de Newgate como cómplice de los fenianos 
si entiendo ni una palabra de esto. 
—Y á (mí lo mismo,—respondió el marqués como 
un eco. 
Entre tanto los salones de la señora Burton íban- 
se quedando desiertos poco á poco, y se acercaba 
la hora de los fumadores de opio, 
V 
Aquella misma mádrugada y á eso de las cinco, 
Se paraba un carruaje, cuyas cortinillas todas es- 
taban corridas con mucho cuidado, en la esquina! 
de Panton street y de Hay Market. 
Hacía más de una hora que estaba allí y había- 
se podido creer que el cochero esperaba á sus 
amos y, por lo tanto, que el coche estaba desocu- 
pado, á no haberse visto de vez en cuando que 
una de las cortinillas se levantaba para dejar aso- 
mar una cabeza de mujer que dirigía á la calle una 
mirada investigadora. De cuarto en cuarto de hor: 
se abría la puerta del Infierno y salía una pareja. 
Cada uno de los invitados de la señora Burtos 
llevaba del brazo á una de aquellas fáciles betú:..
	        
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