e
aa 119 =
—¿A dónde vais?—preguntó á lady Elena besán-
dole la mano.
—Es también un misterio, —contestó,
Y esperó á que el marqués entrase en su casa,
Cuando vió que éste lo había hecho, dijo al co-
chero:
—A Hampstead, Bleatmount, 16,
Arrancó el carruaje.
Y lady Elena murmuró:
—Supongo que la señora Fanoche no habrá po-
dido dormir tranquilamente esta noche.
A la media hora de ocurrir esto la berlina sea
detenía delante de aquella quinta en que la Fa-
noche ocultara en tiempos á Rodolfo, y en cuyo
jardín amordazaran á lord Palmure,.
VI
Entremos ahora en casa de la Fanoche, nuestra
antigua conocida de Dudley street.
Como puede suponerse, había renunciado ya á
su primitiva profesión y ya no cuidaba á ningún
desgraciado niño.
Además habíase separado de la vieja de los len-
tes que pegaba á los niños sólo por el placer de
hacerlo, y que, por otra parte, cuando se la pro-
porcionó ocasión, no vaciló y la hizo traición.
Se recordará lo que pasó entre la Fanoche y el
Hombre Gris.
Después de la desaparición de Rodolfo volvió-
se á Londres y con gran asombro halló desierta
la casa,
Si la vieja de los lentes, que se marchara la
víspera en compañía de lord Palmure y creyén-
dose ya propietaria de 'una linda quinta en Bringh-
ton, había dejado abandonadas á las cinco niñas
en el jardín, no faltó, después de su partida, una
mano caritativa que recogió á las pobres criatu-
“as, Gracias á las órdenes que diera el Hombre