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el brazo el exhacendado brasileño hizo que la ma-
dre de Rodolfo le siguiese lejos de Christ Hos-
pital,
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Mientras tanto, el mayor se llevaba en su cóm-
pañía 4 Rodolfo, que tenía ya el carácter de un
hombre y recordaba el encargo que le hiciera su
madre, y por más que no se explicase la causa,
estaba muy resuelto á obedecer.
El 'mayor no sie apercibió siquiera, tan absorto
estaba, del silencio del niño que, generalmente,
Se mostraba muy tenaz. En Londres, en donde las
distancias son enormes, hay que recorrer un buen
trozo de camino desde Christ Hospital 4 Port-
land place. Fué cuestión de veinte minutos. Al
ver que:el carruaje se detenía ante la verja del
jardín de la Sirena, lugar que no conocía, Rodol-
lo dió muestras de su asombro y preguntó:
¿A qué venimos aquí?
Esta pregunta arrancó al mayor de la atonía en
que estaba sumido.
Es que tu madre se fué de viaje y por eso
to traigo á casa de unos parientes.
Rodolfo mo dijo ni una palabra y siguió dó-
Cilmente al mayor. Bastaba que le hablasen de
lady Emilia para que se acordase de su verdade-
Pa madre y se pusiese triste,
La Sirena se estaba paseando por el jardín espe-
rándoles con impaciencia, y cuando vió entrar al
Mayor llevando al niño de la mano, se apresuró
á salirles al encuentro, y cogiendo á Rodolfo en
brazos, exclamó:
¡Oh! ¡Qué hermoso es!—y le besó ápasiona-
damente,
Existen extrañas aproximaciones, inexplicables
afinidades, simpatías que nacen á primera vista
Y, que nos hacen querer en el acto á personas á