Full text: La señorita Elena (5)

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Seguíase oyendo el ruido de los remos que gol- 
Peaban, el agua y ese ruido hacíase cada vez más 
distinto, lo que probaba que se acercaba una lan- Ñ 
Cha, 
XVIII : 5 
Si se hubiese abierto un abismo al paso del re- 'l 
verendo Pedro Town, no experimentara éste una 
sensación más violenta de espanto. 
Los hombres de carácter austero y de costum- Ñ 
bres ascéticas á los que fanatiza la ambición, y, 
que van derechos á su objeto sin detenerse jamás, 
están sujetos á veces á repentinos errores; y el 
reverendo, que jurara la perdición y ruina del 
Hombre Gris y de cuantos servían á Irlanda, hizo 
en el acto el siguiente razonamiento: 
—De cazador me convertí en caza, de vencedor 
en, vencido. Si hubiese tenido á ese hombre en mi 
poder, me mostrara implacable con él Me tiene 4 
él y me va á matar, está en, su derecho. 3 
El puente estaba desierto, la noche era obscura, 
y la niebla lo hacía opaco todo, hasta la luz del 
848; y el reverendo Town se hallaba rodeado de 
tres hombres de los cuales uno sólo habría bas- 
tado para rematarle. El miedo hace enmudecer, Ñ 
y el reverendo Town no pronunció ni una pala- 
bra ni hizo un gesto y lo mismo que una víctima 
esperó á que sus verdugos hiciesen, Y 
—Dispénseme vuestro honor, pero he de tomar y 
algunas precauciones, dijo el Hombre Gris, y con , 
Una destreza de juglar indio le echó al cuello un hi 
cordón de seda del que no tenía que hacer más MM 
que dar un tirón para estrangularle, y al mismo y! 
tiempo ordenó á uno de los que fuera 4 buscar 
á la taberna:—Ponle á su honor los guantes que ] 
te dí. A 
—Van á estrangularme arrojándome luego al Tá- %. 
Inesis, —pensó el reverendo cuya oprimida gargan- y 
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