Full text: La señorita Elena (5)

católico evita con cuidado todo contacto con los 
clergymans, y no lo hace por orgullo sino por 
humildad y tal vez por temor, pues la persecu- 
ción secular les acostumbró á pasar con la cabeza 
inclinada. 
El abate Samuel retrocedió un paso y hasta hizo 
un gesto de sorpresa inquieta y medrosa, al en- 
contrarse frente á frente con un ministro de la 
fo fundada por Enrique VIII; empero, el clergy- 
man era joven, tenía un rostro simpático, una voz 
llena de dulzura, y saludó con mucho respeto al 
sacerdote católico. 
Existe, señor abate, un terreno neutral en el 
que nuestras dos iglesias pueden encontrarse, y 
es el de la caridad. 
Tenéis razón, señor, —respondió el abate Sa- 
muel devolviendo el saludo al joven clergyman, que 
continuó: 
—Moe dirigí antes á San Luis, pero no hallán- 
doos allí vine aquí.—El abate Samuel esperó. — 
Sabemos, señor abate, —prosiguió el joven clergy- 
man, —que con mucha frecuencia prodigais cuida- 
dos y limosnas á desgraciados que pertenecen á 
nuestra comunión. 
—Todos los hombres son hermanos míos, —res- 
pondió con mucha sencillez el abate Samuel. 
—También nosotros practicamos vuestras máxi- 
mas, y á eso se debe que hayamos auxiliado á un 
católico que va á morir á pesar de nuestros cui- 
dados y esfuerzos. En sus últimos momentos so- 
licita vuestros auxilios; ¿se lo negartis? 
Estoy dispuesto á seguiros, —respondió el aba- 
to Samuel. 
—Entonces, venid, —dijo el clergyman, y mandó 
parar un, coche que pasaba de vacío,
	        
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