Full text: La señorita Elena (5)

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diros, no entorpecerá en lo más mínimo la mar- 
cha ordinaria de la justicia, y vuestro honor puede 
mandar prender á las personas de las que tenga 
sospechas. 
—Pero, sepamos;—dijo el magistrado, —¿qué es 
lo que pedís? 
—Una cosa bien sencilla; que envíen el cadáver 
á Saint-Bartheleny hospital, ó al depósito ó que 
lo dejen aquí, pero que no lo toquen ni examinen 
hasta mañana por la mañana. 
—¿ Y mañana por la mañana?—dijo el magis- 
trado, l 
—Podré decir con seguridad quién es el asesino, 
—contestó el médico alemán, y al decirlo, aquel 4 
hombre, que vestía con una sencillez rayana en la y: 
miseria, sacó tuna cartera del bolsillo y de ella ! 
un. billete de banco de veinte libras.—Milord,— 
añadió, —es costumbre exigir una fianza á las per- 
sonas que solicitan la intervención de la justicia e 
y yo estoy dispuesto 4 depositar »eesta suma en M 
vuestras manos en garantía de mi buena fe. 
y —No se necesita para nada, —respondió el ma-: h 
A gistrado,—porque el cadáver continuará ahí en el p 
0 sitio que ocupa, custodiado por dos policemans, le 
A y mañana podréis hacer vuestros experimentos, )' 
sin que por eso,—añadió el magistrado,—la justi- 4 
cia espere á sus resultados para obrar. % 
Inclinóse el médico alemán y se retiró. | 
A dos pasos de la casa en que Patricio había M 
vivido, veíase á un negro que parecía buscar á ( 
alguno entre la gente; y el que se decía alemán Y 
y llamarse Conrado Hauser fuese en derechura á y 
él y dándole el brazo salió con él del pasaje, diri- áN: 
giéndose hacia Adams street, N 
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El hombre pobremente vestido y que se expre- Y 
saba con tanta distinción, el pretendido médico i 
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