Full text: La señorita Elena (5)

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zada de policemans, y unos vecinos caritalivos se 
llevaron á sus casas á los miños. j 
La mujer de Patricio continuaba allí con los 
ojos enrojecidos, ébria de furor y sedienta de ven- 
ganza. 
La multitud, muy numerosa aun, se había aAgru- 
pado á los alrededores del pasaje y de la casa. 
Al bajar (del coche celular el abate Samuel, oyé- 
ronse algunos gritos y silbidos que fueron repri- 
midos en séguida por una salva de aplausos.  ' 
Si el abate Samuel tenía enemigos y detracto- 
res, había también entre ellos ardientes partida- 
rios. 
Entró con mucha calma y con la frente alta en 
la sala en que se hallaba el cadáver y en la que 
habían improvisado como un estrado: para el ma: 
gistrado, 
Al ver entrar al abate, levantóse Isabel como 
"ma fiera, gritando: 
¡Asesino! ¡Asesino! 
Y le amenazó con el puño, siendo necesario que 
dos agentes se apoderasen de ella para impedirla 
que se arrojara sobre el abate, 
Este la miró, y lo hizo como debió hacerlo 
en otros tiempos Daniel á los leones, y el furor 
3 de la viuda se desvaneció. 
¿Me creéis capaz de derramar sangre? Y pre- 
cisamente la de un hombre á cuya mujer é hijos 
socorrí, —añadió con mucha dulzura. 
Y siguió mirándola, y aquella mirada serena y 
franca hizo bajar la cabeza á Isabel, que se echó 
á temblar, La duda iba reemplazando á la con- 
vicción, 
Levantó, sin embargo, la cabeza. 
—Si no fuísteis vos el que lo hizo, fueron los 
vuestros por vuestra orden. 
—Estáis equivocada, —dijo el abate. 
7 ¡Y miró con la misma serenidad al mavistrado, 
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