Full text: La señorita Elena (5)

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Y en el acto comprendió de donde salía «el gol- 
pe que le hería. 
En cuanto á la joven se habrá adivinado que 
era lady Elena. 
Al verla ahogó un grito la viuda, y lady Elena 
se llevó un dedo á los labios para hacerla ca- 
llar. 
Al mismo tiempo miró la joven al médico ale- 
mán, y no pudo reprimir un ligero estremeci- 
miento. 
—Me reconoce,—se dijo lel Hombre Gris. 
Y procedió á descubrir el objeto voluminoso, y 
con sorpresa se vió que no era ni más ni menos 
que un aparato fotográfico. 
¿Qué será lo que irá á hacer?—se preguntaron 
con asombro los asistentes. 
XVI 
Por muy sereno que sea un hombre, por muy 
dueño de sí y de su razón, hay mome ntos en que 
la inminencia de un peligro le llega al alma y 
abruma su frente. 
El Hombre Gris pasó un minuto de indecible 
ansiedad. Lady Elena estaba allí y le había reco- 
nocido, y no tenía que hacer más que dar dos 
pasos para acercarse al magistrado y hablarle un 
momento al oído para pedirle que le prendiesen. 
Hay, sin embargo, que decirlo, pero en seguida; 
esa angustia que experimentó mo fué resullado de 
un sentimiento de egoísmo. 
En aquel momento no se acordaba el Hombre 
Grsi de sí mismo: no pensaba más que en el 
abate Samuel. _ 
Si le prendían y no podía” practicar el misterio- 
so experimento que la multitud esperaba con an- 
sia, el abate Samuel estaba perdido, le volverían 
a lovs w a Newgate, en donde ya busc: wían los ene-
	        
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