Full text: La señorita Elena (5)

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un botecillo que amarró en la argolla de hierro 
que llamara la atención á lady Elena. El bote no 
lo vió nadie, porque el Hombre Gris lo halló 4 
la salida en donde lo dejara. En menos de un 
cuarto de hora atravesó el Támesis, llegó á South- 
wark y dejó el bote en el sitio que lo hallara, in- 
ternándose después en el dédalo de callejuelas que 
rodean á San Jorge que estaban' sumidas en la 
obscuridad y el silencio. 
La lámpara habíase apagado en lo alto del cam- 
panario y no pasaba nadie por el lado del cemen- 
terio cuya verja sólo estaba ajustada para que el 
[lombre Gris pudiese entrar cuando quisiese. En 
el momento en que se acercaba, le pareció que oía 
algo semejante á un quejido, Entró en el cemen- 
terio y siguió por entre las tumbas el sendero que 
iba á parar á la puerta del coro y entonces pudo 
oir con más claridad los gemidos, y dando algu- 
nos pasos vió una forma que estaba acurrucada 
en «el dintel de la puerta, Era un hombre que te- 
nía apoyada la cabeza entre las manos y como la 
noche era obscura y muy espesa la' niebla, no 
distinguió su rostro. Por esto se detuvo brusca- 
mente preguntando: 
¿Quién está ahí? 
Púsose en pie el interpelado respondiendo: 
—Soy yo, el Dandy. 
—¡Ah! ¿Eres tú?—dijo el Hombre Gris que re- 
conoció la voz.—¿Qué es lo que tienes? Cualquie- 
ra diría que estás llorando. 
—Y sin consuelo, —gimió el Dandy, 
—¿ Qué te sucedió ? 
—Una desgracia puramente personal y' que no 
interesa, señor, á nadie más que á mí,—añadió 
el Dandy y el Hombre Gris le cogió del brazo.— 
¡Silencio! —le dijo.—No metamos ruido aquí. Ya 
ma contarás todo eso allá arriba y, es más que
	        
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