Full text: La señorita Elena (5)

racteriza á los del perro de presa después de la 
lucha. 
Sentóse lady Elena. 
Estaba tan serena y sonriente como exaltado y 
colérico el reverendo. - 
—Escúchame, —dijo. 
El joven clergyman bajó modestamente los ojos 
deslumbrado por la esplendente belleza de la pa- 
tricia, 
—Hablad, —contestó con voz ronca el reverendo, 
Lady Elena continuó: 
—¿Qué os dije la primera vez que vine á veros? 
—No lo recuerdo bien, —respondió el reveren- 
do Town, que estaba muy trastornado, 
—Os dije lo siguiente, —añadió lady Elena. —Hay 
un hombre al que odio con mis cinco sentidos por- 
que me humilló en una ocasión, ¿queréis asociaros 
á mi venganza? Y me respondísteis que sí ¿no ¡es 
esto? 
—Sin duda, —dijo el reverendo. 
—Entonces, si no mandé prender en el acto ¿ 
ese hombre, si hoy me apoyé familiarmente el 
su brazo es porque mi venganza no está aún á 
bunto, y que tenemos que hacer aún alguna cosa, 
—No os comprendo, dijo el reverendo Town. 
—Dentro de algún momento me explicaré, 
Mientras tanto habíase calmado algo el reveren- 
do y un sentimiento de curiosidad reemplazó al 
raconcentrado furor que le dominaba poco antes, 
—Ya sabéis, —continuó lady Elena, —que los ir- 
landeses tienen un jefe supremo, un niño de diez 
años cuya adolescencia esperan con esa impacien- 
cia que caracteriza á los de su raza, 
Hizo Pedro Town un signo afirmativo. 
—De ese niño quisimos apoderarnos mi “padre 
y yo,—siguió diciendo el joven, 
—También lo sé. 
—Y nos lo arrebataron, 
dei rr il
	        
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