Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

HISTORIA DR GfL Blas DE SAÑTILLAN+ TES 
el cuidado de la casa, marchó doña Au- 
tora en un coche de colleras, tomando el 
camino del reino de León, acompañada 
de todos los que entrábamos en la come- 
dia. ' 
>» Tbamos atravesando por Castilla la Vie- 
ho. cuando se rompió el eje del coche, en- 
ro 'Avila y Villaflor, á trescientos ó cua. 
rocientos pasos de una quinta que se de- 
aba ver al pie de una montaña. Velamo- 
os muy apurados porque se acercaba la 
Y 
oche; pero un aldeano que acertó á pa- 
par por allí nos sacó de aquel conflicto. 
nformónos de que aquella quinta era de * 
na tal doña Elvira, viuda de don Pedro 
Pinares “y fué tanto el bien que dijo de 
faquella señora, que mi ama se determinó 
fá enviarme á suplicarlo de su parte que 
¡so sirviese recogernos en su casa por aque- 
lla noche. No desmintió doña Elvira el 
finforme del aldeano: bien es verdad que 
yo desempeñó mi comisión de tal modo, 
que la hubiera inclinado á recibirnos en su 
iquinta aun cuando no hubiera sido la ser 
fiora más agasajadora del mundo: me re- 
¡cibió con mucha afabilidad y respondió á 
mi súplica en los términos que yo desea- 
lba. Pasamos todos á la quinta, tirando del 
icoche las mulas con el mayor tiento que 
lso pudo. Encontramos á la puerta á la 
iviuda de don Pedro, que salió cortesana- 
imente al encuentro de mi ama. Paso en 
silencio los recíprocos eumplimientos que 
wumbas se hicieron; sólo diré que doña 
¡Elvira era señora ya de edad avanzada, 
¡pero 4 quien ninguna mujer del mundo 
jexcedía en desempeñar noblemente las 
¡obligaciones de la hospitalidad. Condujo 
fá doña Aurora á un magnifico cuarto, don- 
ido, dejándola en libertad para que descan- 
Ísase, fué 4 dar disposiciones hasta sobro 
Has cosas más menudas tocante á nosotros, 
Hecho esto, luego que estuvo dispuesta 
Ma cena mandó que se sirviese en el cuar- 
lo de Aurora, donde las dos se sentaron 
ke la mesa. No era la viuda de don Pe- 
fÚro una de aquellas personas que no sa» 
lbon obsequiar en un convite, mantenién- 
“ose en él con aire enfadosamente grave, 
silencioso y pensativo; antes bien era de 
genio jovial y sabía mantener siempre gra- 
lla la conversación. Explicábase noblemen- 
ko con frases escogidas y adecuadas ; yo 
admiraba su talento y el modo fino y de- 
licado con que expresaba sus pensamien- 
tos, lo que me tenfa embolesado, y no 
menos encantada se manifestaba Aurora. 
Se cobraron las. dos estrecha amistad y, 
quedaron de acuerdo en mantenerla co- 
rrespondiéndose por cartas, Nuestro co- 
che no podía estar compuesto hasta el 
día siguiente, y era muy natural que no 
pudiésemos salir hasta muy tarde, por lo 
que nos detuvimos todo aquel día en la 
misma quinta, A nosotros se nos sirvió 
también una cena muy abundante, y así 
dormimos todos tan bien como habíamos 
cenado. 
Al día siguiente descubrió mi ama nue- 
vo fondo y nuevas gracias en la conver- 
sación de doña Elvira. Comieron las doa 
en una sala en que había muchas pinbu- 
ras, entre las cuales sobresalía una cuyas 
figuras estalyan pintadas con la mayor 
propiedad y que ofrecía á la vista un asun. 
to verdaderamente trágico. Era un caba- 
llero muerto, tendido en tierra, bañado en 
su misma sangre, cuyo semblante pare: 
cía que aun después de muerto estaba 
amenazando, Cerca de él se dejaba ver, 
tendido también, el cadáver de una dama 
joven, aunque en diferente actitud, atras 
vesado el pecho con una espada, y cuan- 
do se representaba exhalando el último 
aliento tenía clavados los ojos en un jO- 
ven que expresaba sentir mortal dolor de 
perderla, El pincel había representado 
también en aquel lienzo otra figura que 
no llamaba menos la atención. Era un 
anciano de grave, hermoso y venerable 
aspecto, que conmovido vivamente de log 
funestos objetos que se le presentaban 4 
la vista, no se manifestaba menos afligi- 
do que el joven. Podríase decir que aque- 
llas imágenes sangrientas excitaban en el 
mozo y en el anciano igualos movimien» 
tos, pero causando en los dos diferenteg . 
impresiones. El viejo, poseído de profuns, 
da tristeza, parecia estar abatido enteras 
mente de ella; mas en el mozo se echaba 
de ver el furor mezclado con la aflicción, 
Todos estos afectos estaban tan vivamens 
te expresados, que no nos cansábamos de 
ver y admirar aquel cuadro. Preguntó mi 
ama qué suceso ó qué historia represen- 
taba aquella pintura. 
—Señora—le respondió doña Elvira, — 
es una pintura fiel de las desgracias de 
mi familia, 
Esta respuesta picó tanto la curiosidad 
de Aurora y manifestó un deseo tan ve- 
hemente de saber más, que la viuda da 
don Pedro no pudo dispensarse de pro- 
meterle la satisfacción que deseaba. Esta
	        
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