Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

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EA dl HISTORIA DE GIL BLA 
stan extraño suceso, llama é los criados 
»que estaban más cercanos, y como para 
yeso abrió la puerta, cerrando el paso de 
vella, so mantuvo con cautela para que no 
»so escapase el que buscaba. 
»A sus repetidas voces acuden algunos 
»criados todos com luces. 'Toma €] mismo 
»una, y vuelve á examinar todos los rin- 
»cones del cuarto, siempre con la espada 
»desnuda. A ninguno halla, y no descu- 
»bre ni aun el menor indicio de que nadie 
»haya entrado en él, no encontrándose 
»puerba sécreta ni abertura por donde pu- 
»diera introducirse. Sin embargo, no le 
»era posible cegarse ni alucinarso sobre 
»tantos incidentes que le persuadían su 
»desgracia. Esto despertó en su fantasia 
»eran confusión de pt nsamientos. Recu- 
año, parecia 
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»rrir 4 Blanca pura el deseng 
»recurso inútil, igualmente que arriesgado, 
»pues le importaba tanto ocultar la verdad, 
»que no se podía esperar de ella la más 
»leve explicación. Adoptó, pues, el partido 
»do ir 4 desahogar su corazón con Jieon- 
»cio, después de haber mandado á los cria- 
»dos que se fuesen, diciéndoles que creía 
»haber oido algún ruido en el aposento, 
»pero que se había equivocado. Halló á 
»su suegro que salía de su cuarto, habién- 
»dole despertado el rumor que había oido, 
»y le contó menudamente todo lo que le 
»había pasado, con nuestras do extraña 
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n y de profundo dolor. 
»agli 
»Sorprendióse Sifrédo al oir el suceso, 
»y no dudó ni un solo momento de su 
»verdad, por más que las apuriencias la- 
»representasen poco natural, pareciéndo- 
»le desde luego que todo era posible en 
»la ciega pasión del Rey, pensamiento que 
»le afigió vivamente. Pero lejos de fo- 
»mentar las celosas sospechas de su yer- 
»no le representó en tono de seguridad que 
»aquella voz que se imaginaba haber oído 
»y aquella espada que se figuraba haberse 
»opuesto á la suya, no podian ser sino fan» 
»tasias de una imaginación engañada por 
»los celos ; que no era posible que ninguno 
»tuviese aliento para entrar en el cuarto de 
»su hija; que la tristeza que habia adverti- 
»do en ella podía ser efecto natural de al- 
»guna Indisposición ; que el honor nada te- 
anía que ver con las alteraciones de la sa- 
»lud; que la mudanza de estado en una 
»doncella acostumbrada á vivir en la sole- 
adad y que se vela repentinamento entrega- 
ada á un hombre sin haber tenido tiempo 
Ppara conocerle ni amarle, podía muy bien 
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»ser la causa de aquellos suspiros, de aque” 
»lla aflicción y de aquel amargo llanto; 
»quo el amor en el corazón de Ins donce- 
»llas de sangre noble sólo se encendía con 
»el tiempo y con los obsequios, y que asi 
»le aconsejaba que calmase sus recelos y, 
»aumentase su amor y sus fineza8, para 
ir disponiendo poco á poco ú Blanca á 
»mostrarse más cariñosa, y que le rogaba, 
»en fin, que volviese hacia ella, persuadido 
»do que su desconfianza y turbación ofen- 
»dían su virtud. | 
»Nada respondió el condestable á las ra: 
»zones de su suegro, ó porque en efecto 
»comenzó á ercer que pudo haberle enga- 
»ñado la confusión en que estaba su £€s- 
»píritu, ó porque le pareció más conve- 
»niente disimular que intentar en vano 
»convencer al anciano de un aconteci- 
»miento tan desnudo de verosimilitud. Res- 
»tituyóse al cuarto de su mujer, so volvió 
»á la cama, y procuró lograr algún descan- 
»so de sus penosas inquictudes á beneficio 
»del sueño. Por lo que toca 4 Blanca, 
»no estaba más tranquía que él, porque 
»había oido claramente todo lo que oyó 
»su esposo y no podía atribuir á ilusión un 
»lance de cuyo secreto y motivos estaba 
»tan enterada. Admiráhase de que Enrique 
»hubiese pensado en introducirse en su 
»cuarto después do haber dado tan solem- 
»nemente su palabra á la princesa Cons- 
»tanza; y en vez de darse el parabién de 
»esle paso y de que le causase alguna 
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ria, lo conceptuó como un nuevo ul. 
»traje que encendía en cólera su pecho. 
»Mientras la hija de Sifredo, preocupada 
»contra el joven Rey, le juzgaba por el 
»más pérfido de los hombres, el desgracia- 
»do Monarca, más prendado que nunca de 
»su amada Blanca, deseaba hablarlo para 
»desengañarla contra las apariencias que le 
»condenaban. Hubiera venido mucho más 
»presto 4 Belmonte para esto efecto, é 
»habérsclo permitido los cuidados y ocu- 
»paciones del Gobierno, ó si antes de aque- 
»lla noche hubiera podido evadirse de la 
»corte. Conocía bien todas las entradas de 
»un sitio donde se había criado, y nin- 
»gún obstáculo tenía para hallar modo de 
»introducirse en la quinta, habiéndose que» 
»dado con la llave de una entrada secreta 
»que comunicaba á los jardines. Por éstos 
»llegó 4 su antiguo cuarto, y desde él se 
»introdujo en el de Blanca. Fácil es imagi» 
»nar cuánta sería la admiración de esta 
»Principe cuando tropezó allí con un hom»
	        
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