124 HISTORIA TE GIL BI
»bon el de Enrique. Mirábanse los dos
»desventurado3 amantes con un silencio en
»quó dejaba braslucir cierta especie de ho-
»rror. Por último, el Principe, volviendo
»algún tanto de su trastorno por un £$s-
»fuerzo de valor, tomó de nuevo la pala-
»bra y dijo á Blanca, suspirando :
» —/¿ Qué habéis hecho, señora? Vuestra
»credulidad me ha perdido 4 mi y 08 ha
»perdido 4 vos
»Resintióse Blanca de que el Rey úá
»su parecer la culpaso, cuando ella vivía
»persuadida de. que tenia de su parte las
»más poderosas razones para estar quejo-
sa de él, y le dijo:
»—Qué señor, ¿pretendóis por ventura
»añadir el disimulo á la infidelidad? ¿Que-
, MUS
»
»riais que desmintiese 4 mis ojos y
»oldos, y que á pesar de su testimonio 08
»buviese por inocente ? No, señor, confieso
»que no me siento con valor para hacer
»osta violencia 4 mi razón.
>»—Sin embargo—dijo el Rey,—esos t
> s de que tanto Os fiñis os han enga-
Ȓado ciertamente. Han conspirado contra
»vos y os han hecho traición. Tan verdad
»es que yo estoy inocente y que siempre
»os he sido fiel, como lo es que vos 8018
pesposa del condestable.
»—Pues qué, señor—repuso Blanca, —
»¿negardis que yo misma os ol confirmar
ȇ Constanza el don de vuestra mano y
»vuestro corazón? ¿No asegurasteis los
»grandes del reino que 08 conformarlais con
»la voluntad del Rey difunto, y á la Prin-
»cesa que recibiría de vuestros nuevos va:
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»sallos los homenajes que se debían 4 una
»Reina y esposa del principe Enrique?
»¿Mis ojos estaban fascinados ? Confesad,
»confesad más bien, infiel, que no creis-
pteis que debla contrapesar el corazón de
»Blanca el interés de una corona; y sin
»abatiros 4 fingir lo que no sentis, ni quizá
»habéis sentido jamás, decid que os pare-
»ció asegurar mejor el trono de Sicilia con
»Constanza que con la hija de Leoncio.
»Al cabo, señor, tenéis razón: igualmente
»desmerecía yo ocupar un trono tan soba-
>rano, como poseer el corazón de un Prin-
»cipe como “vos. Era demasiada mi teme-
»ridad en aspirar á la posesión de uno y
potro; pero vos tampoco debiais mante-
»nerme en este error. No ignoráis los s0-
»bresaltos que me ha costado perderos, lo
»que siempre tuve por infalible para xmi.
»¿¿A qué fin tanto empeño en desvanecer
¡AB DE
SANTILLANA
»mis temores? Entonces me hubiera que:
»jado de mi suerte y no de vos, y hubiera
»sido siempre vuestro mi corazón, ya q1e
»m)> podía serlo una mano que ningún
»otro pudiera jamás haber logrado de mi.
»Ya no es tiempo de disculparos. Soy es-
»posa del condestable, y por expon rno
ȇ las consecuencias de uni
»que mi gloria no me permite ala
»padecer mucho él rubor, dadme licencia,
»señor, para corbarla y para que deje 4
»un Principe 4 quien ya no me es lícito
conver3azión
"BO
»escuchar.
»Dicho esto, se alejó de
»toda la celeridad que le pernu
»do en que se encontraba.
:
»—Aguardaos, señora clamaba
»que,—no desesperdis 4 un Principe re-
»suelto 4 dar en tierra con el trono que la
Enrique con
el esta-
Enri-
»echáis en cara haber preferido á vOS, an-
»tes que corresponder é lo que esperan do
»ól sus núevos vasallos.
>—Ya es inútil es
»dió Blanca.—Debie
»que diese la mano al condestable antes
»de abandonaros á tan generosos impul-
»sos ; y puesto que ya no soy libre, me Im-
»porba poco que Sicilia quede reducida ú
»pavesas, ni que deis vuestra mano 4 quien
»quisiereis. Si tuve la flaqueza de dej:
»sorprender mi corazón, tendré 4 lo menos
»valor para sofocar Sus movimientos, y
»que vea el Rey de Sicilia que la esposa
»del condestable ya no es mi puede ser
»amante del principo Enrique.
, sacrificio—respon-
a1s haber impedido
»Al decir estas palabras se halló á la
»puerta del parque; entróse en él con pre-
»cipitación, acompañada de Nise; cerró
»la puerta con impetu, y dejó al Rey tras-
»pasado«de dolor. No podía menos de sen-
»tir 6l la profunda herida que había abier-
»to en su corazón la noticia del matrimonio
»de Blanca.
»—1 Injusta Blanca! ¡ Blanca cruel |—
»exclamaba :—¿es posible que asi hubie-
»ses perdido la memoria de nuestras re-
»cíprocas promesas? A pesar de mis jura-
»mentos y los tuyos; estamos ya Separa-
»dos. ¿Conque no fué más que una ilusión
»la idea que yo me había forjado de ser
»algún día el único dueño tuyo? ¡Ab,
»cruel, y qué caro me- cuesta el haber
»llegado 4 conseguir que mi amor fuese do
»ti correspondido.
»Representósele entonces á la imaginar
primado