Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

128 HISTORIA DE GIL 
»mi corazón, 1a memoria de vuestra ter- 
»nura me presenta combates tan terri- 
»ble ., que me cuesta extraordinarios es- 
»fuerzos el resistirlos. 
»Pronuneió estas últimas palabras con 
»tanta energía, que sin advertirlo dejó 
»eaer al suelo un candelero que estaba 
»en una mesa detrás de ella. Ap: yóse la 
»bujía ; cógela Blanca á tientas ; abre la 
»puerta de la antese da, y para enc 'enderla 
»va al gabinete de Nise, que aún no se 
»había acost tado. Vuelvo con luz, y ape- 
»nas la vió el Rey, la instó de nuevo para 
»que le permitiese continuar en sus ob- 
»sequios. Á $ voz del Monarca entró re- 
»pentinamente el condestable con la es- 
»pada en la mano en el cuarto de gu es- 
el PO easi al mismo tiempo que ella: se 
»llega 4 Enrique, lleno de A resentimiento 
que su furor le inspiraba, y le dice: 
Ya es demasiado, tirano : no me ten- 
»gas por tan vil ni tan cobarde que pue da 
»sulrir la afrenta que haces 4 mi ho- 
»nor. 
»>— Ah, traidor .—respodió el Rey des 
venvaimando la espada para defe ve A SO ; 
»— ¿piensas por ventura ejecutar tu 1n- 
»tento impunerntento ? 
»bicho esto, principian un combate so- 
»bre manera fogoso para que durase mu- 
»eho, Te miendo el cond: stable q ue Sifre- 
»do y $ riados acudi y demasiado 
us 
pa d les gritos que daba ¡doña Blan- 
»ca y le estorbase n su venganza, pe leaba 
»ya sin juicio, sin conocimiento y sin 
»cautela. Fuera de sí de furor, él mismo 
»se metió par la espada de su en: 
»atravesándose de parte á parte hasta la 
»guamición, cayó en tierra, y viéndole el 
derivado se detuvo. 
»Al ver la hija de Leoncio 4 su esposo 
»en tan lastimoso estado, se arrojó al 
»suelo para socorrerle, á pesar de la re- 
»pugnancia con que le miraba. El infeliz 
»esposo, lleno do resentimiento contra 
vella, no se enterneció ni aun ú vista de 
»aquel testimonio que le daba de su dolor 
»y de su compasión. La muerte que tenía 
»tan cercana no bastó para apagar en él 
mel incendio de los celos. En aquellos úl- 
»timosg momentos sólo se acordó de la 
»fortuna de su competidor : idea tan grata 
mia 
migo, 
»y espantosa, que alentando $us espíritus 
»y dando un momentáneo vigor 4 las 
»pocas fuerzas que le quedaban, le hizo 
»alzar la espada, que 
aún tenía en la ma- 
BLAS DE 
SANTILLANA 
»no, y la sepultó toda ella en el seno de 
»su mujer, diciéndole : 
»—¡ Muere, esposa infiel, ya que los saw 
»grados vínculos del matrimonio no bas- 
»taron para que me Conservases aquella fa 
»que me jurasto al pie de los altares! Yi 
»tú, Enrique—prosiguió con voz desn 
»yada,—no te gloríes ya de tu destino, 
»puesto que no te aprovecharás de mi 
»des racia ; con esto muero contento. 
»Dijo estas palabras y expiró, pero con 
»un semblante que aun entre las sombras 
»de la muerte dejaba yer un no sá qué de 
altivo y de terrible, El de Blanca ofrecía 
»á la vista wa espectáculo bien dive ES 
»Había caído mortalmente herida sobre 
»el moribundo cuerpo de su esposo, y la, 
»8angreo de esta inocente víctima ge COM» 
»fundía con la de su homicida, e uy: a eje- 
»cución fué tan pronta, que 
»al Key para precayer su e ecto, 
»Prorrumpió este Principe mi: 
no dió lu Igar 
entu- 
»rado en un lastimoso grito cual vid 
»caer 4 Blanca ; y "e herido que la di 1 
rolpe e le quite aba la vida, acuí li 04 
” »prestarle el mismo aux xilio que ella misma 
»había querido prestar á su marido y del 
»cual había sido tan mal recompensada ; 
»pero Blan: a le dijo con voz d ida" 
E 
IMUvI:., 
»——Señor, vuestra diligencia es 
»S0y 
la. víctima que estaba pidiendo la 
1exorable. ¡Quiera el Cielo que 
Ll u1 Aa 10- 
| inado ! 
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palabr: ) pa 
»que había acudido al eco de sus lamen- 
»tosos ayes, entró en el cuarto, y atónito 
» le VOY log obi LOg que se pl entab: % 
»sus ojos quedó inmóvil. Blanca, que no 
había visto, prosiguiendo su discurso 
»con el Rey: 
»—Adiós > ses - conservad 
»afectuos: mente mi memoria, pues mi 
»amor y mi E os obligan”á ello, 
»Desterrad de vuestro pecho t: 
»de resentimiento contra mi amas 
»dre: respetad sus €: anas, compa leceog 
»de su pena y haced justicia 4 su celo. 
»Sobre todo manifestad á mundo 
»mi inocencia: esto es lo que más prin- 
»cipalmente os encargo. Adiós, amado 
»Enrique. Yo me muero... Recibid mi 
»postror aliento. 
»A estas palabras expiró. Quedóse sus- 
»pensgo el Roy, guardando por algún tiem- 
le dijo, 
y , 
JA SOl 
todo el 
»po un profundo silencio. Rompid! e en 
»fin diciendo 4 Sifredo:
	        
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