Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

Ll — 
HISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLANA 137 
dirigirso más bien nuestra estratagema. 
dul día siguiente añadimos algunos grados 
más al amor de don Luis con otra inven- 
ción. Pasó Aurora á su cuarto después de 
suponer que habia ido á hablar con doña. 
WYimena como para interesarla en su fa- 
vor, y le dijo asi: 
—Hablé 4 mi tía y me costó no poco 
roducirla 4 que favoreciese vuestros deseos. 
Halléla fuertemente preocupada contra 
VOS: yo no sé quién la había metido en 
la cabeza que erais un libertino, lo cierto 
es que alguno le ha dado una idea poco 
lavorable de vuestras costumbres. Por 
fortuna tomé vuestro partido con tal be- 
són, que logré por último desimpresionarla 
de todo. No obstante—prosiguid Aurora, — 
á mayor abundamiento, quiero que los dos 
solos tengamos una conferencia con mi 
bla, para aseguraros más de su favor y 
do su apoyo. 
Manifestó Pacheco una grande impa- 
ciencia por hablar cuanto antes con doña 
“imena, y don Félix procuró que lograse 
esta satisfacción la mañana del día siguien- 
te, bastante temprano, Condújole él mismo 
á la señora de Ortiz, y los tres tuvieron 
¿una conversación, en la cual dió muy bier 
don Luis á conocer el mucho terreno que 
el amor había ganado en su corazón en tan 
Ibrove tiempo. Fingióse la sagaz Jimena 
Muy pagada de la tierna afición que mos- 
traba $ su sobrina, y le ofreció hacer 
cuanto estuvieso de su parte para persua- 
dirla á que le diese su mano. Arrojóse Pa- 
checo 4 los pies de tan. buena tía y la rin- 
dió mil gracias. A este tiempo preguntó 
don Félix si su prima se había levantado. 
—N o—respondió la dueña, —todavía está 
durmiendo y por ahora no se la podrá ver; 
¡pero vuelvan ustedes esta tarde y la habla- 
rán cuanto quieran, 
Respuesta que, como se puede creer, 
acrecentó en gran manera la alegría de don 
Luis, á quien se le hizo eterno el resto de 
¡aquella mañama. Restituyóse, pues, 4 su 
¡posada en compañía del fingido Mendoza, 
quien teniá la mayor complacencia en ob- 
Servar todos sus movimientos y en descu- 
brir en ellos todas las señales de un amor 
verdadero, 
Toda la conversación fué acerca de Auro- 
Fa. Acabada la comida, dijo don Félix 4 
Pacheco: 
—Ahora mismo me ha ocurrido un pen- 
samiento, Me parece que podrá ser muy, 
del caso el que yo me adelante un poca 
á casa de mi tía para hablar á solas 4 
mi prima y averiguar, si puedo, el estado 
de su corazón en orden á vuestra per- 
sona. 
Aprobó don Luis esta idea, dejó salir 
primero ú su amigo y él le siguió una hora 
después. Mi ama supo aprovechar el tiem- 
po, de manera que, cuando llegó su aman- 
te, ya estaba vestida de mujer. Despuós 
de haber saludado 4 doña Aurora y Ú su 
tía, dijo don Luis: 
—Yo creí encontrar aquí á don Fé- 
lix. 
—Está escribiendo en mi gabinete—res- 
pondió doña Jimena, —y presto saldrá. 
Quedó satisfecho don Lis con esta res. 
puesta y empezó á entablar conversación 
con las dos. Sin embargo, á pesar de la 
presencia del objeto amado, notó que las 
horas pasaban sin que Mendoza saliese, y, 
no pudo ya don Luis disimular más su ex- 
brañeza. Aurora mudó de repente de tono, 
echóse á reir y dija: 
—¿Hs posible, señor don Luis, que na 
hayáls aún sospechado la inocente burla 
que os estamos haciendo ? Pues qué, ¿unos 
cabellos rubios, pero postizos, y dos ce- 
jas teñidas me desfiguran tanto que os ha- 
yáis dejado engañar hasta este punto? Des- 
engañaos, caballero—prosiguió, volviendo 
á su natural seriedad ;—acabad. de conocer 
que don Félix de Mendoza y doña Auro- 
ra de Guzmán son una misma persona. 
No se contentó con sacarle de su error, 
sino que le confesó también la flaqueza 
de su pasión, y todos los pasos que esta 
misma le había sugerido para reducirlo 
al estado en que le vela. No quedó el 
bierno amante menos encantado que sor. 
prendida de la que oía y veía: echóse $ 
los pies de mi ama y lleno de gozo la 
dijo: 
—¡ Ah, bella Aurora! ¿Puedo creer com 
efecto que yo soy el hombre dichoso que 
ha merecido á tu bondad tan finas demog- 
braciones? ¿Qué puedo hacer para agras 
decerlas? Un amor eterno no sería gufi- 
ciente para pagarlas, 
A estas palabras se siguieron otras mil 
halagúeñas expresiones, después de la 
eual los dos amantes hablaron de las medi- 
das que debían tomar para llegar al cumpli- 
miento de sus deseos. Resolvióse que todos 
parbiósemos inmediatamente ¿ Madrid, 
donde se desenlazaría nuestra comedia, por
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.