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y
F
A A ta
«.
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tra ama, la Marquesa, adolece un poco de
este achaque filosófico. Yo no sé sobre
gué se tratará hoy en nuestra academia,
pera se disputará mucho.
Al acabar estas palabras vimos entrar
un hombre seco, muy grave, cejijunto y
fruncido. No le perdonó. mi caritativo 1ns-
tructor.
—Jiste es-——me dijo,—uno de aquellos
entes serios que quieren pasar por hon-
bres de gram. talento á favor de su silen-
cio 6 de algunas sentencias de Séneca, y
que, examinados de cerca, no son más
que unos pobres a
Tras de éste entró un caballerito de bas-
tante buena presencia, pero con aire d
hombre pagado de si mismo. Pregunté á
Ao lina quién era, y me respondió :
—Es un poeta dramático, el cual ha
compuesto cien mil versos en su vida, que
no le han valido cuatro cuartos; pero en
recompensa com sólo seis renglones en,
prosa acaba de formarse una buena renta.
Iba á decirle que me explic: ase en qué
habi QU sistido € Ll hal CY lo; oral lo ó tar
poca costa aque lla
rumor en la escalera.
¡ Bravo! —exclamó el maestro de pa-
su —aqui tenemos al licenciado AAA
mario, que se deja oír mucho antes que
ee le vea. Comienza á hablar en iba cds
desde la puerta de la calle, y no lo dej
1 1 11
hasta que vuelve á salir por ella
de
fortuna, cua do ol
' Y PE
Con efecto, resonaba en toda la «
la voz del licenciado Campanario, que el
fin se presentó en la antesala con un ba-
chiller amigo suy: no cesó de hablan
mientras duró su vi:
$ ] 3 ] o Wa lhra y
Este licenciado—dije 4 Molina-—p:
rece hombre de ¡ng nio.
— al, lo es En tiene Ocu-
rrencias muy ¿ Ba expli con
divertida la
gracia y agudeza: es y (
LAA pero, además de ser ha-
blador molestisimo, repite siempre sus
dichos y cuentos. En suma, para no esti-
de lo que valen, es-
Les
boy persu: xdlido de que su mayor mérilo
2mico y festivo con
consiste en aque l aire có!
y creo que
] cosas 1
mar las
que sazona lo que dice, y a o qu
le haría mucho honor una colección ae
sus agudezas y sus gracias.
Fueron entrando después otras perso-
mas, de todas las cuales me hizo Molina
muy graciosas descripciones, sin olvidam
la pintura de
gusto.
la Marqu esa, que fué de mi
HISTORIA DE GIL PBI
¡AS DE SANTILLANA
—Esta—me dijo, —tiene tal
lar, en medio de su filosofía. f
no es impertinente, y da po:
á los que la sirven. Entre las personas
distinguidas es de las más racionales que
no se la advierte pasión al; uno:
ni el juega ni los gal
sólo le agrada la
palabra, su vida se
mayor parte de las damas.
Este elogia del maestro de pajes ma
hizo formar un concepto ventajosa de mi
ama. Sin embarg
pude nen |
enemiga del amor,
sospecha fué el siguient
Estando una mañana en el
presentó en la antesala un hombrecillo co-
mo de cuarenta años, pero de malisima
a más mugriento que el autor Pedro
de Moya, y á mayor abundamiento muy
corcovado. Diíjome que deseaba hablar
la Marquesa, y preguntándole yo de y
te de quié Dn:
—|De la mia !-—me respondió arrogan-
11
días desp més no
que no era tall
nento de mi
cador, se
te :—diga usted á la señora que soy aquel
caballero del cual estuvo hablando ayer
con doña Ana de Velazco.
Apenas se lo dije á mi ama
toda enajenada de DR 1, me Dido que
lo hiciese entrar. No sólo le reci
extrañas demostraciones de aprecio, sino
3 criadas, da
1
cuando,
nodo q ] ] afortunado
prov ho, se quedó
riad V YO 1 rel-
y visita Lan graciosa
, al cal la cual mi
n mil e 1as expre
straban bien lo contenta
que qu laba de él.
-. y 1
En efecto, lo quedó tanto, que por la
noche me llamó aparte y me dijo;
Gil Blas, ndo venga el 'corcovado,
hazle entrar en mi gabinete lo más secre-
tamente qué puedas
Este encargo,
cho en qué sospe:
y ' ;
Sin émbareo, « lecier
9 que me dió mu-
lo la orden de
la Marquesa, luego que se dejó ver aquel
hombrecillo, que 3 4 la mañana siguien-
te. le introd e vor una escalera excusada
hasta el gabinete de mi señora. Caritati-
vamente hice lo mismo por dos ó tres ve=
ces, de lo cu: + inferí, Ó que la Marquesa
tenia estrafa! 3, Ó que el
corcovadillo le servía de tercero.
as inclin 1