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después dormirá él, y nosotros estaremos
de escucha; pues aunque pienso que aquí
nos hallamos con toda seguridad, nunca
sobra la precaución.
Dicho esto, se tendió a la larga sobre
la hierba; dom Alfonso hizo la mismo;
ya imité á los dos, y Lamela comenzó á
hacernos la guardia.
El pobre don Alfonso, en vez de dor-
mir, no hizo más que pensar en sus des-
gracias. Por la que toca á don Rafael, se
quedó dormido inmedidtamente; pero
HISTORIA DE GIL B
LAS DE SANTILLANA
despertó dentra de una hora, y viéndonos
dispuestos a oírle, dijo 4 Lamela:
Amigo Ambrosio, abora puedes tú ir
>
á descansar.
No, no
na gana tengo de dormir, y aunque sé ya
P
respondió Lamela :—ningu-
todos los sucesos de vuestra vida, son tan
instructivos para las personas de nucs-
tra profesión, que tendré especial gusta
en. olrlogs contar otra vez.
Así, pues, comenzó don Rafael la his-
toria de su'vida en los términos siguientes.
LIBRO QUINTO
HISTORIA DE DON RAFAEL
«Soy hijo de una comedianta de Ma-
»drid, famosa por su habilidad, pero mu-
»cha más por sus célebros aventuras.
>Llamábase Lucinda. in cuanto 4 mi
»padra, no puedo, sin temeridad, asegu-
»rar quién fuese. Podía muy bien decir
»quién, era el sujeto de distinción que
»corttejaba 4 mi madre al tiempo que ya
»nacl; pero esta ép 14 nO es prueba con-
»vincente de que yo le debiera el ser. Las
»personas de la clase de mi madre, son,
»por la común, tan. poco de fiar en esta
»punto, que cuando se muestran más
»inclinadas á un señor, le tienen ya pre-
»venido algún sustituto por su dinero.
»Na hay cosa como no hacer apr:
»lo que digan malas lenguas. Mi madre,
»en vez de darme á criar donde ninguna
»me conociese, sin hacer misterio algu-
amo me cogía de la mano y me llevaba al
»beatro muy francamente, no dándosele
»un pito de lo mucho que sé hablaba de
»ella, ni de las falsas risitas que causa-
»ba sóla el verme. E
io de
in fin, yo era su ido-
»la y la diversión de cuantos venían á
»casa, los cuales no se cansaban de har-
»cerma mil fiestas. Na parecía sina que
»en. todos ellos hablaba la sangro 4 fa-
»vor mio.
»Dejáronme pasar los doce primeros
»años de mi vida en toda género de frl-
»volog pasatiempos. Apenas me enseña-
»ron ú leer y escribir, y mucho menos
»la doctirina cristiana. Solamente apren-
»dí á cantar, bailar y tocar un poco la
»guitarra. A esto so reducía t: do mi sa-
»ber, cuando el marqués de Leganés ni
»pidió para que estuviese en compañía
»de un hija suyo único, poco más ó me-
»nos de mi edad. Consintió en ella Lu-
f x
»cinda con mucha gusto, y entonces fué
»el tiempo en que comencé 4 ocupa
»en alguna cosa seria. El tal caballorina
»estaba tan adelantado coma ya, y fuera
»de esa no parecía haber nacido para lus
»ciencias. Apenas conocía letra del :
»eedario, sin embarga que hacía quinco
»meseg que tenía para esto un precep-
or. Las deméás'masestros sacaban el mis-
de moda
¿ma par
»que 4 todos les la apurada la par-
»ciencia, Es verdad que á ninguno le cra
»lícita castigarle; antes bien 4 todos les
samente que la
wle; orden que,
»erttaba mandado expre
»enseñasen sin mortific
»unida á la mala disposición del señori-
»to hacía inútil la ense:
Ȓanza que se le daba.
»Pera al maestra de leer le ocurrió un
»bello medio para meter miedo al discípu-
»la sin contravenir á la orden de 8u pa-
»dre. Este mediofué azotarme 4 mí siem-
»pra que aquél lo merecía. No me gustó
»el tal arbitrio, y así me escapó y ful él
»quejarme 4 mi madre de una cosa tam
»injusta; pera e aunque me quería
»mucho, tuvo y: para resistir 4 mis
considerando la decorogo y
nta; jue era para su hijo el estar
»en casa de un Marqués, me volvió á clla
»inmediatamente, y héteme aquí otra vez
a, el estudio,
»en, pe der del preceptor. Como éste hal 1%
»observado que su invención había pro-
»ducido buen, efecto, prosiguió azotándo-
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