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»jarles siquiera uno para pagar el piso de la
»posada. Hecho esto, salí prontamente del
»pueblo y tomé el camino de Mérida, sin
»darme cuidado de lo que dirían ni ha-
»rían las inocentes criaturas.
»Púsome este lance en estado de po-
»der caminar con más comodidad. Aunque
»lenía pocos años, me sentía capaz de por-
»barme con juicio, y puedo decir que esta-
»ba suficientemente adelantado para aque-
»lla edad. Determiné comprar una mula,
»como lo hice efectivamente en el primer
»lugar donde la encontré. Convertl la mo-
»chila en una maleta, y empecé ú hacer-
»me algo más el hombre de importancia.
»A la tercera jornada encontró en el ca-
»mino 4 un hombre que iba cantando vís-
»peras á grandes voces. Desde luego co-
»nocí que era algún sochantre.
»—¡Animo—le dije, —señor bachiller, y
»vaya usted adelante, que lo canta de pas-
»mo!
»—Caballero—me respondió, —soy Can-
»tor de una iglesia y quiero ejercitar la
»VOZ.
»De esta manera entramos en conver-
»sación y no tardó en conocer que me ha-
»llaba con un hombre muy divertido y
»agudo. Tendría como de veinticuatro 4
»veinticinco años, y como él iba á pie y
»yo á caballo, de propósito refrenaba la
»mula para ir á su paso por el gusw de
»oirle. Hablamos, entre otras cosas, de 'lo-
»ledo.
»—Tengo bien conocida aquella ciudad—
»mo dijo el cantor :—he estado en ella mu-
»chos años, y tengo allí algunos ami-
»EOS.
»—Y ¿en qué callo vivia usted ?—le in-
»borrumpl.
»—En la calle Nueva—respondió,—don-
»de vivia con don Vicente de Buenagarra
»y don Matías del Cordel y otros dos ó
»tres honrados caballeros. Habitábamos y
»comiamos juntos y lo pasábamos alegre-
»mente.
»Sorprendime al oirle estas palabras,
»porque los sujetos que citaba eran los
»mismos caballeros de la garra que en
»Toledo mo habían recibido en su nobilísi-
ma orden.
»—Señor cantor—exclamé entonces, —
»esos ilustrisimos señores son muy cono-
»cidos mios, porque vivimos juntos en la
misma calle Nueva.
¿ »—Ya os entiendo—me respondió son-
HISTORIA DE GIL BAS Dim SANTITTANA
»¡ Pobres niños! Robéselos todos, sin de- '»rióntlose ,-—eso es decir que entrasteis
»en la orden tres años después que yo
»salí de ella.
»—Dejé la compañía de aquellos caba-
»lleros—prosegul,—porque se me puso en
dla cabeza viajar y ver mundo, Pienso an-
»dar toda España, y sin duda valdré más
»cuando tenga más experiencia.
»—| Acertado pensamiento! — dijo el
»cantor:—para perfeccionar el ingenio y
»los talentos no hay mejor escuela que la
»de viajar. Por la misma razón dejé yo á
»Toledo, aunque nada me faltaba en aque-
»lla ciudad. Gracias 4 Dios que me ha da-
»do á conocer á un caballero de mi orden
»cuando menos lo pensaba. Unámonos log
»dos ; caminemos juntos ; hagamos una li.
»ga ofensiva y defensiva contra el bolsillo
»del prójimo, y aprovechemos todas lag
»ocasiones que se ofrezcan de mostrag
»nuestra habilidad.
»Dijome esto con tanta franqueza y;
»gracia, que desde luego acevté la propo-»
»sición. En el mismo punto granjeó toda
»mi confianza y yo la suya. Abrímonos re-
»ciprocamente el pecho, contóme su his-
»toria y yo le dije mis aventuras. Confió-
»me que venía de Portalegre, de donda
»le había hecho salir cierto lance malogra-
»do por un contratiempo, obligándole 4
»ponerse en salvo precipitadamente bajo el
»trajo de sopista en que le veía. Luego que
»moe informó de todos sus asuntos, deber-
»minamos dirigirnos 4 Mérida 4 probar for-
»btuna, y ver si podíamios dar alli un golpo
»maestro y después marchar á otra parte.
»Desde aquel instante se hicieron comunes
»nuestros bienes. Es verdad que Morales
»(así se llamaba mi nueyo compañero) na
»se hallaba en muy brillante situación. To
»do su haber consistía en cinco ó seis du-
»cados y en alguna ropa que llevaba en la
»mochila ; pero si yo estaba mucho mejor
»que él en dinero, en recompensa él esta-
»ba mucho más adelantado que yo en el
»arte de engañar á los hombres. Montábas.
»mos los dos alternativamente en la mula,
»y de esta manera llegamos, en fin, 4 Mé-
»rida,
»Apeámonos en un mesón del arrabal y:
»Morales se puso otro vestido, que sacó do
»su mochila, y fuimos á andar por la ciu-
»dad para descubrir terreno y ver si se nos
»presentaba algún buen lance. Considerá-
»bamos muy atentamente cuantos objetos
»so ofrecian á nuestra vista. Nos parecía-
»mos, como hubiera dicho Homero, 4 do