do,
HISTORIA DE GIL
»milanos que desde lo más alto de las nu-
»bes tienen fijos los ojos en la tierra, ace-
»chando todos los rincones por ver si atis-
»ban algunos polluelos para lanzarse so-
»bre ellos. Estábamos, en fin, esperando
»á que la casualidad nos trajese á la ma-
»mo alguna ocasión de ejercitar nuestra ha-
»bilidad, cuando vimos en la callerun caba-
»llero bastarbe canoso, el cual, firme con
dla espada en la mano, se defendía contra
»bres que le llevaban 4 mal traer. Chocó-
»me infinito la desigualdad del combate,
»y, como soy naburalmente espadachín,
»acudí corriendo con mi espada á ponerme
»al lado del caballero, cuya ejemplo imitó
»Morales, y en breve tiempo pusimos en
»vergonzosa fuga 4 los bres enemigos que
»tan villanamente le habían acometido.
»Diónos el anciano un millón de gra-
»cias. Respondímosle cortésmente que ha-
»bíamos celebrado en extremo la dichosa
»casualidad que tan oportunamente nos
»había proporcionado aquella ocasión de
»servirle, y le suplicamos que nos confia-
»sa el motivo que habían tenida aquellos
»hombres para querer asesinarle.
»—Señores—nos respondió, —estoy muy
»agradecido 4 vuestra generosa acción, y
mo puedo negarme á satisfacer vuestre
»curiosidad. Yo me llamo Jerónimo Mia-
»jadas; soy vecino de esta ciudad, donde
»vivo de mi hacienda. Unodelos tres ase-
msinos de que ustedes me han librado,
»estiá enamorado de mi hija y me la pi-
»dió por medio de otro sujeto, y porque
mo le di mi consentimiento, vina á ven-
»garso de mí con espada en mano.
»>—Y ¿se podrá saber—le repliqué yo—
»por qué razón negó usted su hija al tal
»caballero?
»—Vóisela 4 decir 4 usted —me respon-
»dió.—Tenía yo un hermano comercian-
»te en esta ciudad, llamado Agustín, que
»hace dos meses estaba en Calatrava alo-
vado en casa de Juan Vélez de la Mem-
»brilla, su corresponsal. Eran log dos, Ín-
»bimos amigos ; pidióle Juan Vélez mi úni-
»ca hija, Florentina, para 6u hijo, con el
»fin de estrechar más y más la unión 6 in-
»ereses de las dos familias. Promoetiósela
»mi hermano, no dudando, por el cariño
»que nos tenflamos los dos, que yo ratifi-
»aríamul promesa. Así lo hice, porque ape-
Mas volvió Agustín 4 Mérida y me pro-
»buso esta boda, cuando consentd en ella
»por darle gusto, y no desairarsu palabra.
»Envió el retrato de Florentina á Cala-
BLAS DE
SANTILLANA 15%
»trava; pero el pobre no pudo ver el fin
»de su negociación, porque se le llevó Dios
»bres semanas ha. Poco antes de morir
»me pidió encarecidamente que no casase
ȇ mi hija con otro que con el hijo de su
»corresponsal. Ofreciselo así, y éste es el
»motivo por qué se la negué al caballera
»que acaba de acometerme, aunque era
»un partido muy ventajoso para mi casa.
»Yo soy esclavo de mi palabra: por ins-
»tantes estoy esperando al hijo de Juan
»Vélez de la Membrilla para que sea yer-
»no mio, aunque jamás le he visto 4 dl
»ni á su padre. Perdonen ustedes si les
»he cansado con relación tan prolija, lo
»que no hubiera hecho á no haber que-
»rido ustedes mismos saberla,
»Ecuchéle con la mayor atención, y
adoptando el extraño pensamiento que
»de repente me ocurrió, afecté quedar del
»todo asombrado. Alcé los ojos al cielo, y
»volviéndome hacia el buen viejo, le di-
»je en tono patética:
»—¿Es posible, señor Jerónimo Mia-
»jadas, que al momento de entrar yo en
»Mérida haya tenido la fortuna de salvar
»la vida a mi verdadero suegra?
»Estas palabras causaron en el vieja
»grande admiración, y no fué menor la
»que produjeron en Morales, el cual, em
»el modo de mirarme, me dió 4 entender
»que yo le parecía un gran tunante.
»—¿Qué es lo que me dices ?—respon-
»dió lleno de gozo el aturdido viejo.—
»¿Es posible que tú seas el hijo del co-
»rrespongal de mi hermano?
»—SÍ, señor—le respondi con desem-
»barazo; y abrazándole estrechamente,
»prosegui dicióndole:—SÍ, señor, yo soy
»el dichoso mortal para quien está des-
»tinada la amable Florentina; pero antes
»de manifestiaroz el gozo que me causal
»la honra de enlazarme con vuestra ilus-
»tre familia, dadme licencia para que
»desahogue el sentimiento que renueva
»en mí la dulce memoria del señor Agus-
»tín, vuestro hermano: sería yo el hom-
»bre más ingrato del mundo si no lorase
»amargamente la muerto de aquél 4
»quien siempre me confegaró deudor da
»la mayor felicidad de mi vida.
»Dicho esto volví á dar un abrazo al
»buen Jerónimo, saqué el pañuelo é hice
»como que me enjugaba las lágrimas. Mo.
»rales, que desde luego conoció lo mucha
»que nos podía valer aquel embuste, qui-
»so también ayudarme por su parte. Fins