Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

sy 
ITSTORIA DE GIL BL 
y si lo desazona el que le ofrez- 
able más del 
»tu amo, 
»can din: rO, no 
»Diciendo esto, 
»la faltriquera el 
»dole el brazo mi compañero, le dijo: 
m 
»—lenga usted, señor, quo 
asunto. 
meter en 
180 VOLVer 4 
bolsillo; pero detenién- 
ahora mismo 
sme ocurre un pensamiento. 
»mu ndísima 
»bomar 
Es cierto que 
amo tiene gr: pugnancia en 
no desconfío 
cien doblo- 
todo quiere mafía. Una cosa es pe- 
los extraños, y otra 
¡irle cuando voluntariamente se en 
amero ajeno ; DEero 
»de hacerle admitir vuestros 
] 
¡nero prestado á 
»ofrece uno de la familia ; y sabe muy bie 
»edir dinero á 3u padre cuando lo 1 na me- 
usted ve, 
1 ozO que, COnio 
) de personas, y hoy consi- 
»dera á su merced como á segundo pa- 
Cor 198 y otras sen razones 
di POr ( ncido | JO, alal 
»gó el bolsillo 4 Morales, volvió adonde 
estábamos su hija y yo haciéndonos cum- 
interrumpió nues» 
Informó á su hija de lo 
estaba ; y 
expresiones 
gran 
imientos, con lo que 
4 conversación. 
uy obligado 
desahosó en 
sobre 
que me 
que me 
dudar de su reconocl- 
IM: Ogre tan favorable ocasión, 
7 : ] 
la mayor prueba de agrade. 
darme era el acelerar 
ami unión con Rindióse con el 
YOr agt vo 4 laciencia, y me em- 
ó su palabra de que, á más ta 11, 
sería esposo de Flo- 
aun añadió que en lugar de 
»los seis mil ducados que había ofrecido 
»por su dote, daría diez mil para mani- 
arme lo agradecido que estaba al ser- 
icio que yo le había hecho. 
stábamos Mi rales y yo bien regala- 
Jerónimo Miajadas, 
próxima es- 
| » ] 4 ' 
?AENtro de tres dias 
»rentina, y 
»los 
os en C: 
»viviendo al: 108 con la 
»peranza menog que 
»diez mil ducados y con ánimo resuelto de 
»rotirarnos prontamente de Mérida con 
»ellos. Turbaba, sin embargo, algún tan- 
dto esta alegría el recelo de que dentro de 
»aquellos tres días podía parecer el verda- 
»dero hijo de Juan Vélez de la Mem- 
»hrilla y dar en tierra con nuestra soñada 
»elicidad. El resultado acreditó que no era 
»mal fundado nuestro temor. 
»Ulegó al día siguiente á casa del pa- 
adre de Florentina una especie de aldeano, 
que traía una maleta; no me hallaba yo 
Gi Blas.—11 
de embolsarnog no 
o 
A8 DE SANTILLANA 161 
»en casa á la -sazón, estaba en ella 
»Morales. 
»—Señor—dijo el hombre al 
»]j0,—soy criado del 
ha de ser 
»di cir, del 
cabamos 
pero 
buen vio. 
saballero de Calatra- 
vuestro yerno; quiero 
señor Pedro de la Membrilla ; 
ahora de llegar los dos, y cl 
»estará aquí dentro de un momento; yo me 
»he adelantado para avisárselo á su mer- 
»va que 
»ced. 
»Apenas decir esto, cuando 
»llegó su sorprendió mucho 
»al viejo y turbó algo 4 Morales. 
Seis que era mozo airo- 
»so y de los más bien dirigió 
»la palabra al padre de Florentina; ] 
»el buen señor no le dejó acabar su s 
acabó de 
amo, lo que 
ste señor novio, 
formados, 
»tación, antes volviéndose á mi compañe- 
»rO, lo dij jo: 
»—Y bien, ¿qué quiero decir 
nces Morales, á quien 
a aventajaba en descar 
»un aire desembarazado, respondió pronta 
»mente al viejo: 
»—Señor, esto quiere decir que estos 
»dos hombres son de la cuadrilla de los 
»ladrones que nos robaron en el camino 
»real. Conózcoles 4 entrambos bien, pero 
»particularmente al q 
»para fingirse hijo del 
»de la Membrilla. 
»—El viejo creyó sin dudar á Eee y 
»persuadido de que los dos forasteros eran 
»unos bribones, les dijo: 
»—S ustedes ya llegan muy tar: 
»do, porque hay quien se ha anticipado ; 
»el señor Pedro de la Membrilla está hos- 
»pedado en mi casa desde ayer. 
»—Mire usted lo que dice—le replicó 
»el mozo do Calatrava ;—sepa que le en- 
»gañan y que tiene en su casa á un imp 
»tor. Mi padre, el señor Ji Vélez de 
> Membrilla, no tiene más 1 que yo. 
»—AÁ otro perro con ese hueso —repli 
»el viejo; —yo sé muy bien quién eres tú. 
»¿No mozo—señalando á 
»Morales,—á cuyo amo robaste en el ca- 
»mino de Calatrava ? 
»—¡ Cómo robar i—repuso Pedro :—á 
no estar en vuestra casa lo cortaría las 
»orejas á ese desvergonzado que tiene l: 
»insolencia de tratarme de ladrón. Agra- 
»dézcalo á vuestra presencia, cuyo respe- 
»to reprime mi justa” ira. Señor—conti- 
»muó ¿l,—vuelvo á deciros que 0s enga- 
»ñan: yo soy el mozo á quien el señor 
ue tiene atrevimiento 
señor Juan Vélez 
Mores, 
10) 
conoces 4 ese
	        
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