Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

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HISTORIA DE GIL BL 
»—Ya os entiendo—interrumpió don 
»Anastasio, todo turbado:—vuestra pri- 
»ma me es infiel. 
»—Yo no la reconozco por prima—re- 
»puso Hordal=s con aspecto irritado :—la 
»desconozco; es indigna de teneros por 
»marido. 
so es demasiado hacerme padecer 
cclamó don rmac — hablad : 
»¿qué lfa hecho Estefania? 
»—Us ha iio dl don Hu- 
»berto.—Tenéis un rival 4 quien recibe 
»de oculto, cuyo nombre no puedo decir, 
»porque el adúltero, 4 favor de una no- 
»che obscura, se ha escondido de quien 
»le observaba. Lo que yo sé es que os 
»engaña, y de ello estoy seguro. El inte- 
»rós aque debo tomar en este asunto os 
»afianza la verdad de mi narración. Cuan- 
»da me declaro contra Estefania es pre- 
»ciso que esté bien convencido de su in- 
»fidelidad. Es inútil—continuó, habiendo 
»observado que sus palabras causaban el 
»etecta que esperaba, —es ocioso deciros 
»más. Advierto que estáis indignado de 
»la ingratitud con que se atreve á pagar 
amor, y que meditáis una justa 
Na 
»vuesta 
»Venganz 
OS paréls ál es la vici 
»ma que vais 4 sacrificar: mostrad á to- 
»da la ciudad que nada hay que no po- 
»dáis inmolar 4 vuestra honra, 
»De este modo excitaba el traidor 4 un 
»esposo demasiado ,crédulo contra una 
»mujer al y le pintó con tan vivos 
»colores la afrenta de que se cubría si 
»dejaba la ofensa sin castigo, que llegó 4 
»encender en cólera 4 don Anast asio, el 
»cual, perdido el juicio, pareciéndole que 
»las furias le agitaban, vuelve á su casa 
»resuelta 4 dar de puñaladas 4 su des- 
v: va no me opondrá á e 
»graciada esposa. La halla que iba 4 mer- 
»terse en la cama; al pronta se contiene, 
»esperando qu 2 los cx de S se retiren. 
»Entonces, sin contenerle el temor de la 
»ira del Cielo al el deshonor a podría 
»resultar á una honrada familia, ni aun 
»el amor natural que debía tener á la 
»criatura de sois meses de que su mujer 
estaba embarazada, sa acercó á su vic- 
es y lleno de furor, le dija: 
—Es prociso que mueras, malvada, y 
asclo te queda un instante de vida que 
»mi bondad te deja para que pidas per- 
»dón al Cielo del ultr: ¡jo que eS has he- 
¿cho, Na quiero que pierdas tu alma co- 
ma has 
rerdida la honra. 
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AS DE SANTILLAN 249 
»Dicha esto, sacó un puñal: su acción 
»y expresiones sobresaltaron 4 Estefanía, 
»la que, echándose á sus pies, le dijo com 
»las manos cruzadas y fuera de sl: 
»—¿Qué tenéis, señor? ¿Qué motiva 
de disgusto os he dado por desgracia 
»mía para que lleguéis á tal extremo? 
»¿Por qué queréis quitar la vida á vues- 
»tra esposa? Si sospecháis que no os ha 
»sido fiel, mirad que os engañáis. 
»—No, no—repuso el irritado celoso, — 
estoy muy cierto de vuestra traición. 
»Las personas que ma la han dicho som 
»de toda crédito. Don Huberto... 
»— Ah, señor !—interrumpió ella com 
»precipitación :—no debéis fiaros de don 
»Huberto, que no es tan amigo vuestra 
»C0OMA pens? Si os ha dicho algund 
»cosa contra mi virtud, na debdis creerle. 
»—Callad, infame—replicó don Anasta- 
»sio:—vos misma acreditáis mis SOS per 
»chas con qu 
»Hordales ; 
»me lo quel 
»que está ent 
erer poner mal conmigo él 
018 des vanecerlas; si 
nacer sospech: So es por- 
rado de vuestra mala con- 
»ducta. Quisiérais destruir su testimonio; 
»peroa semejante artificio es inútil y au- 
»menta en mí el deseo de e: stigaros. 
» An esp SO mio repitió la 1 10 
»cente Estefania llorando marparnants, 
—temed vuestra ciega cólera; si seguís 
»sus movimientos, cometerdis, una acción 
»de que no pi drdis Ol nsolar: 154 cuando re 
»OONOr 41 la injusta 1. P: 14 
»Dios, 1 enojo: á lo menos 
»esperad que se aren vuestras sosp( 
»chas, que entonces haréis más justicia 
ȇ una sais que na es culpada. 
»A otro que á don Anastasio hubieran 
»hecho fl rerza estas palabras, y todavía 
»sa hubier enternecida más con la aflic- 
mor da 
»ción 8 pe ro el 
OU 10, l € a, le di 
: ; £ 
AJO, guata VOZ, QUE 86 e )ncomendara d 
»Dios, y alzó cl brazo para herirla, 
] Y slel amor 
igúez o has beni do se ha extinguido en- 
»teramente; si la ternur: 1 con que te he 
»amado se ha borrado de tu memoria; sl 
»mis lágrimas no alcanzan ú hacerte do- 
asistir de tu execrable intento, respeba si- 
»quiera á tu propia sangre; na armes bu 
»mano furiosa contra un inocente que aún 
»no ha visto la luz. Tú no puedes ser 
atan al Cieloyá la tierra. 
»Por la que á mi t« te perdona mi 
»mucrto; pero no dudes que la suya per
	        
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