Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

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HISTORIA DE GIL BLAS DE SANTI 
kue son dos tarmadas, 
sencillez 
tanto más astutas, 
cuanto más aparentan, Si les 
hago justicia, no tieno el Principe de Es- 
paña gran motivo de estarme agradecido, 
porque te confieso. que para él te pedí 
la dam: á casa de Catalina 
enamorado de ella 
«Jeñor-—me respondió Escipión,—us- 
lo bien conmigo para 
led se porta demasiado 
que yo le la sinceridad. Ayer tuve 
la criada de 
ana conversación á solas con 
estas dos nintas, y me contó su historia, 
que me ha parecido divertida. Voy á ha- 
ceros sucintamente relación do ella, y no 
sentiidis haberla oido. Catalina- -prosi; guió, 
——es hija de un hidalguillo aragonés Ho 
biendo quedado huérfana de edad de quin- 
ce años, y tan pobre como bonita, dió 
oídos á un comendador anciano, quien 
la llevó 4 Toledo, donde murió á los seis 
de haberle servido más de 
padre que de esposo. Recogió ella su he- 
rencia, que consistía en algunas ropas y 
en trescientos doblones en dinero contan- 
10, Y 509 luv Juego a Vivir con da senora 
Mencía, que todavía se mantenía de buen 
ver, aunque ya iba de cuesta abajo. Estas 
dos buenas amigas permanecieron juntas, 
Y principiaron 4 tener una 
que la justicia quiso tener conocimiento. 
Esto desagradó á las señoras, quienes por 
enfado Ó por otra causa dejaron pronta- 
mente á Toledo y vinieron á Madrid, en 
donde viven cerca de dos años hace, si 
tratarso con ninguna señora de la vecin- 
dad. Pero oiga usted lo mejor: han al- 
quil: ado dos casas pequeñas, separadas so- 
lamento por un tabique, pudiéndose pasar 
de una á otra por una escalera de comu. 
nicación que hay en los sótanos. La seño- 
a Mencía vivo con una criada de poca 
edad en una de ellas, y la viuda del co- 
mendador ocupa la otra una duel 
vieja, á quien hace pasar por su abuela ; 
de modo que nuestra aragonesa tan pres- 
to es una sobrina educada por su tía, co- 
mo una pupila bajo la tutela de su abuela. 
Cuando hace de sobrina se llama Catali- 
Da, “y cuando de nieta, Sirena. 
Al oir el nombre de Sirena, 
bodo asustado 4 Escipión : 
—( Qué mo dices? ¡Moa haces temblar | 
TAy de mí! temo que osa maldita arago- 
Calderón. 
Desa sea la querida de 
— respondió, — la misma es. 
Lie he e vado 
Jte á 
meses, después 
conducta de 
con 
interrumpi 
—Cabalit. 
O quería dar á usted un gran gusto par- 
bicipándo de esta noti 
e 
qn 1isiese O 
¡LANA 261 
s—repliqué ;—más mo 
alegría. o prevés 
Pu 
causa di que 
tú las consecuencias ? 
—No, á le mia —replicó Escipión. 
mal puede venir de aht? Don Ro- 
A de descubrir precisamente lo 
y si usted teme que se lo di- 
selo al primer ministro, con- 
o sencillamente. El 
le de usted; y si después 
ponerle 4 mal con 5, E 
el Duquo verá que no trata de perju- 
dicarle sino por ritu de venganza. 
bras mo desvaneció E 
pión el miedo. Seguí su consejo, y dl 
Duque de pa na de este fatal des. 
cubrimiento; y también aparentó contár- 
selo con aire triste, para Send que 
sentía haber inocentemente dado al Prin- 
cipo la dama de don Rodrigo; pero el mi- 
nistro, lejos de cc rmpadecerse do su favo- 
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De G” 
conoce- 
Con estas palal 
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rito, se burló de ello. Después me dijo que 
siguie ra en mi comisi Ór 1 
era gran 
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y que sobre todo 
gloria para ( aledrón a á la 
dana qu el 1 rincipe de lspas 
y recibir la misma acogida que él, Instrui 
en los mismos términos al Conde de Le- 
mos, quien me aseguró su protección si 
el prin secretario descubria la trama y, 
quería ponerme 4 mal con el Duque. 
Con esta maniobra crel haber salvada 
la nave de mi fortuna del peligro de en- 
allar, y me sosegué. Seguí acompañando 
al Principe á casa de Catalina, por otro 
nombre la bella Sirena, gue tenía la des- 
treza de hallar pretextos para apartar de 
su casa á don Rodrigo y ocultarle las no- 
ches que ella tenia precisión de dedicar 
á su ilustre rival. 
XIIT 
¿¡NDO EL PAPEL DB 
SIGUE GIL BLAS HACI 
SENOR; TIENE NOTICIAS DE 5U FAMILIA ; 
IMPRESIÓN QUE LE HICIERON; SE DES- 
COMPADBA CON FABRIOIO. 
Ya llevo dicho que por la mañana te- 
nía comúnmente en mi antesala muchas 
gentes que venían á proponerme varios 
pero yo no quería que me logs 
propusiesen verbalmente. Siguiendo el es- 
tilo de la Corte, 4 más bien dicho, para 
hacer más de persona, decía á todo pre- 
tendiente: «Tráigame usted un memorial ;» 
y me habia acostumbrado tanto á esto. 
asuntos ;
	        
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