Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

»en donde conté lo que había pasado á mi 
»criado, cuya fidelidad conocia. Dijele des- 
»pués : 
»—Mi amado Ramiro, antes que la jus- 
»bicia sepa el caso, toma un buen caballo 
»y vo á informar á mi tía del suceso; pide- 
»lo de mi parte dinero y joyas para mi 
»viaje, y ven 4 buscarme á Plasencia. En 
»la primera hostería, como se entra en la 
»ciudad, me hallarás. 
»Ramiro evacuó su comisión con tan- 
»ia presteza, que llegó á Plasencia tres 
»horas después que yo. Dijome que doña 
»Leonor se habia alegrado más que no afli- 
»gido de un duelo que reparaba la afrenta 
»que habia yo recibido en el primero, y 
»que me enviaba todo el oro y pedrería 
»quo tenía para que viajara cómodamente 
»por países extranjeros mientras ella com- 
»ponía mi asunto. 
»Para omitir las circunstancias super- 
»íluas, diró quo atravesó por Castilla la 
»Nueva para ir al reino de Valencia 4 em- 
»barcarme en Denia. Pasó ¿ Italia, en don- 
»de me puse en estado de recorrer las Cor- 
»les y presentarme en ellas con decen- 
»Cia. 
»Mientras que lejos de mi Elena, pensa- 
»ba yo en engañar mi amor y tristeza, lo 
»más que me era posiblo, esta señora en 
»Coria lloraba secretamente mi ausencia. 
»En lugar de aplaudir las persecuciones 
»contra mí por la muerte de la Higuera, 
deseaba, al contrario, que cesasen por una 
»pronta compostura y acelerasen mi regre- 
»so. Ya habían pasado seis meses, y creo 
»que su constancia habría vencido siempro 
»al tiempo, si sólo hubiera tenido que lu- 
»char con óste; pero tenía todavía enemi- 
»gos más poderosos. Don Blas do Camba- 
ados, hidalgo do la costa occidental de Ga- 
dlicia, pasó 4 Coria á recoger una ríca he- 
»rencia que le había disputado en vano 
»don Miguel de Caprara, su primo, y se 
»avecindó alli por haberle parecido aquel 
»país más agradable que el suyo. Camba- 
»dos era bien plantado, parecía afable y 
atento, siendo al mismo tiempo muy per- 
»Suasivo. Presto hizo conocimiento con to- 
»das las gentes decentes de la ciudad, y 
PSupo los asuntos de unos y de otros. 
»No estuvo mucho tiempo sin saber que 
adon Jorge tenía una hija, cuya peligrosa 
»hermosura parecía no inflamar á los hom- 
bres sino para su desgracia, cosa que ex- 
»oitó su curiosidad. Quiso ver á una se- 
dOra tan temible, y habiendo buscado á 
MISTORIA DE GILZBLAS DE BSANTILLANA es 
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reste electo la amistad de su padre, consl- 
»guió ganarla tan bien, que el viejo, mirán- 
»dole ya como á yerno, le dió entrada en 
»su casa, con permiso de hablar en su 
»presencia á doña Elena. El gallego nada 
»tardó en enamorarse de ella; esto era 
»inovitable: se declaró con don Jorge, 
»quien le dijo que accedía á su pretensión, 
»pero que no quería precisar á su hija, 
»y que así la dejaba dueña de la elección. 
»En seguida se valió don Blas de todos los 
»medios que pudo discurrir para agradar- 
»la ; pero estaba tan prendada de mí, que 
»no le dió oídos. Felicia, sin embargo, se 
»había interesado por aquel caballero, ha- 
»biéndola obligado éste con regalos á con- 
vtribuir á su amor, y así empleaba en ella 
»toda su habilidad. Por otra parte, el padre 
»ayudaba ú la criada con reconvenciones, 
»y con todo, en un año entero no hicie- 
»ron más que atormentar á doña Elena, 
»sin poder reducirla á olvidarmo. 
»Viendo Cambados que don Jorge y Fe- 
»licia se empeñaban inútilmente por él, les 
»propuso un arbitrio para vencer la obs- 
»tinación de una amante tan apasionada. 
»—Ved aquí—les dijo, —lo que he pen- 
»sado: fingiremos que un mercader de 
»Coria acaba de recibir carta de un comer- 
»ciante italiano, en la que, después de 
»hablarlo largamente de negocios de co- 
»mercio, se leerán las palabras siguientes : 
»Poco tiempo hace que llegó á la Corte de 
»Parma un caballero español, llamado don 
»Gastón de Cogollos. Dice ser sobrino y 
»único heredero de una viuda rica de Co- 
»ria llamada doña Leonor de Lajarilla, y 
»pretende casarse con la hija de un señor 
»poderoso; pero no quieren aceptar su 
»propuesta hasta haberse informado de la 
»verdad, y tengo el encargo de preguntár- 
»selo á usted. Digamo, le suplico, si co- 
»noce á este don Gastón y en qué consis- 
»ten los bienes de su tía. La respuesta de 
»usted decidirá este enlace. Parma, etcé- 
dtera.» 
»Esta trampa le pareció al viejo un jue- 
»go y engaño perdonable en los enamora- 
»dos: la criada, aun menos escrupulosa 
»que el buen hombre, la aplaudió mucho. 
»La ficción les pareció tanto mejor cuanto 
»que conocían la altivez de Elena, la cual, 
»como no llegara 4 sospechar el fraude, 
»era mujer capaz de resolverse á abrazar 
»el partido que le proponian. Don Jorge 
»tomó á su cargo el anunciarle por si 1...» 
»me mi inconstancia, y, para que parecio
	        
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