po
»nos días después de su casamien
PICIU
276 HISTORIA DE GIL Bl
»ra la e y IMAS. ural, hacerle 14blar
al mercader había recibido de Parma
»la supue carta. Efectuaron el pensa-
»miento como lo habían formado. El pa-
»dre, alterado y aparentando enojo y des-
»] y cho, l diji Es
»>—Hija mía, Elena, nada más te
»sino que nues
»claman sobre que ja
»tre en nuestra fami
stin, y hoy tengo otra razón más po-
>deroga para alejarte , de don Gastón. Aver-
nzate de serle tan fiel. Es un voltario,
ríido, y ve aquí una prueba el
de su infidelidad : les tú misma esta car-
»ta que un mercader de Coria aca
»cibir de Italia.
»Asustada Elena, tomó el
»lo leyó, meditó sobre todas $us
»nes, y se quedó absorta de la nueva de mi
vinconstancia. Un afecto de ternura le
»hizo después verter 'algunas lágrim
»pero recobrando presto su orgull
»enjugó, y dijo con entereza 4 su pa-
ros parientes todos los días
mi
s permita que en-
4 +
ilia É | homicida de don
ido papel,
expreBlo-
x] 10
1e ha sido testigo de
or, usted q
»mi flaqueza, sóalo tambi de la victoria
>»que voy á conseguir sobre mi. Ya so aca-
vbó; don Gasión es ya despi veciable 4 mis
»ojos ; en él sólo veo el hombre más indig-
ón
y ;
»no de este mundo. No hablemos más de
uesto estoy a dar li
»¡ Ojalá que mi casamiento preceda al de
Mn]
1
La
»aquel pérfido que tan mal ha pagado 1
mal Y 1
] : EAS.
»Don y: , el o de alegria al olr
vest: palabras, a Ó 4 a, alabó la
»ostorzi da pegojuel ÓN que
»dié ndost del feli
ma li? Liso ] |
»se dió priesa 4 cumplir los deseos de mi
»rival. Do este modo me quitaron ¿ doña
»Elena, la que se entregó 1
ȇ O: dos, sin querer ese
Ja por mi en
ya, y aplau-
la estratagema,
1
]
l ni
»aun dudar un instante de una no! que
debiera haber hallado menos eredulidad en
»una amante. Impelida de su orgullo, sólo
ydió oidos ú su vanidad ; y el resentimiento
»de la injuria que imaginaba que había yo
»hecho 4 su hermosura, superó al interés
»de su amor, Sin embargo, pasados algu-
y
algunos o Ca ag de haberl
lo: se le previo entonces 0 la car-
vta del me hc na podía ser fingida, y esta
enam rado
su mujer
su reposo,
irla, lo quae
1
»y no pensaba niás que en div
»conseguía con rep ebie los placeres que tenía,
parte para inventar.
m1
»Ella parecía vivir muy gustosa con un
»un esposo tan obsequi so, y reimaba en-
»tre ambos perfecta a. cuando mi tía
1 rientes de
»don Agustín, de lo que recibí aviso en
»Italia inmediatamente. Estaba entonces
»en Regio, en la Calabria DUlterior. Pasó
»compuso mi asunto con los p
ilia, de allí 4 España, y llevado en
»alas del amor, llegué, en fin, 4 Coria. Do-
Ȗa Leon: q
ue no me había escrito el
e la hija de don Jorge, ma
y viendo que ma
1ces mal, sobrino mío, de mostrar-
»te tan sentido de la pérdida de una dama
»que no ha podido serte fiel. Créeme, des-
»tierra del corazón y de la memoria á una
»persona que ya no es digna de ocupar-
»los
jue habian enga-
razón para ha-
»blarme así, y no podía darme consejo
; ;
»Uomo mi
»ñado á doña Elena, ter
»más discreto; por lo que no prometi se-
»guirlo, ó 4 lo menos aparentar un aire
indiferente, si no era cap 1 de vencer Ii
»pasión. Sin embargo, no pude resistir
1] J 1 1] , ,
»el deseo de saber ase que modo 868 había
»Ol Laa miento, y para ente-
y / , ] : la Hala
»rarme resolvi ver 4 1 l de Felicia,
l 1OY't a quien,
gu casa, €l
PE Te
ce 4 ] eLICI
, de verme, se
por evitar la ave-
»La detuve
» Se q s de mí? ¿No está:
»contenta la perjura Elena con “haberme,
»sacrificado? ¿te ha prohibido escuchan
] 32 ¿6 tratas solamente de evitar
cia por hacerte 1
»la ingrata de hal
»—Señor—me
dió la criada, —
confieso ingenuamente que vuestra presen.
»CIA MO « de ; no puedo veros sin sen-
"me despedazada de mil remordimien-
»tos. A mi ama lo han seducido, y yo he
»tenido la desgracia de ser cómplice en
vla po A vista de esto, ¿puedo yo
yt
)
»sin vergúenza presentarme 4 usted !
-¡Oh, Cielos !—repliqué yo con $0r-
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