Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

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empleo. Ten por cierto cu me in- 
50 ahora más que nunca por tu bien. 
—Señor— le respondi,—no hace todavia 
euabro meses que ocupaba en la Corte un 
puesto de bastante consideración. Tenía 
la honra de ser secretario confidente del 
Duque de Lerma. 
—¡ Es posib 2xclamó don Alfonso 
con grande asombro.—Qué, ¿has mere- 
ido tú la confianza de este primer mi- 
ré su fayor—respondi,—y le per- 
dí del ade que voy á decir. 
Entonces le conté toda esta historia, y 
concluí mi narrativa exponiéndole la de- 
terminación que había tomado de comprar, 
con lo poco que me quedaba de mi pros- 
peridad pasada, una pobre choza para pa- 
sar en ella una vida retirada. 
El hijo de don César, después de haber- 
me oido con mucha atención, me dijo: 
—Mi amado Gil Blas, ya sabes que 
ai empre te he querido, y ahora más que 
nuñea; pues el Cielo me ha puesto en es- 
tado de poder aumentar tus bienes, quie- 
ro que no seas más tiempo jnguebe de la 
fortuna. Para librarte de su poder, te quie» 
ro dar una hacienda que no podrá quitar- 
be; y pues estás ado á vivir en 
el campo, te doy una pequeña quinta que 
tenemos cerca de Liria, distante cuatro le- 
que ya has visto tú. 
o 
Tr 
guas d Valencia, 
histe regalo podamos hacerlo sin incomo 
darnos, y me atrevo 4 asegurar que mi 
adre no desaprobará esta determinación 
o Serafina recibirá en ello gran con- 
arrojó á los pies de don Alfonso, 
al momento me hizo levantar; le 
só la mano, y más enamorado de gu 
men corazón que de su beneficio, » dije 
—Soñor, vuestras finezas me cautbivan : 
don que me hacéis me es tanto más 
le, cuanto que precede al a; 
cimier:to de un favor que yo he he cho 4 
ustedes, y más bien quiero deberlo á su 
gonerosidad que á su gratitud. 
Mi gobernador se quedó algo suspenso 
de lo que oía, y no pudo menos de pre- 
guntarme de qué favor lo hablaba. Dije- 
selu con todas sus circunstancias, lo cual 
imentó su admiración. Estaba muy le- 
jos de pensar, como el barón y Steinb pd 
«E Ed : 
que el gobierno de la ciudad de Valencia 
lubiese dado por mediación mía. No 
Fr no coa dd ya duda de ello, me 
DISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLAN 
—Gil Blas, pues que te debo mi em- 
pleo, no quiero darte sólo la pequeña ha- 
cienda de Iyria: quiero agregar á ella 
dos mil ducados de renta al año. 
—Alto ahí, señor don Alfonso—inte- 
rrumpí,—no despierte usted mi codicia. 
Los bienes no sirven más que para co- 
rromper mis costumbres, como harto lo 
tengo experimentado. Acepto gustoso vues- 
tar quinta de Liria. En ella viviró cómoda- 
mente con lo que tengo por otra parte: 
esto me es suficiente, y lej jos de desear más, 
primero consentiré en perder todo lo que 
hay de superfluo en lo que poseo. Las 
riquezas son una carga en un retiro, en 
donde sólo se busca la tranquilidad. 
Don César llegó cuando estábamos en 
esta conversación. No manifestó al verme 
menos alegría que su hijo; y cuando supo 
el motivo del pomo carios á que ma 
estaba obligada su familia, se empeñó en 
que había de aceptar yo la renta, lo cual 
rehusé de nuevo. ln fin, el padre y el 
hijo me condujeron á casa de un eseri- 
bano, en donde otorgaron la escritura de 
donación, que ambos firmaron con mis 
gusto que si fuera un instrumento 4 f 
vor suyo. Finalizado el contrato, me lo 
entregaron, diciendo que la hacienda de 
Liria ya no era suya, y que fuese cuando 
quisiese á tomar posesión de ella. Dos- 
| 
pués se volvieron á casa del barón de 
Steinbach y yo fuí volando ¿4 la posada, 
en donde dejé pasmado á mi secrebario 
cuando lo dije que teníamos una ] 
1 
da en el reino de Valencia, y le conté 
modo como aca! ba de adquirirla. 
¿Cuánto puede producir esta pequeña 
heredad ? me dijo. 
| 
(Juinientos ducados de renta—le res. 
pondí,—y puedo asegurarte que es una 
amena soledad. Yo la he visto por haber 
tado en ella muchas veces en calidad 
de mayordomo de los señores de Leiva. 
Es una casa pequeña, situada á la orj- 
lla del Guadalaviar, en una aldea de cinco 
Ó seis vecinos y en país hermosísimo. 
—Lo que me gusta mucho—exclamó 
cipión,—es que tendremos allí caza, 
vino de Benicarló y excelente moscatel. 
Vamos, amo mio, démonos priesa 4 dejar 
el mundo y llegar á nuestra ermita. 
No tengo menos deseo que tú—le 
respondí, —de estar allá; pero antes ey 
preciso hacer un viaje á Asturias, porque 
mis padres no deben hallarse en buen es 
tado. Quiero ir 4 verlos y llevármelos di
	        
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