MISTORIA DE GIL
do caigo en otro, Al llegur á esta ciudad
estaba muy lejos de pensar que en tan
poco tiempo había de conocer á su corre-
gidor.
Haciendo estas reflexiones inútiles me
vestí la maldita ropilla y lo restante de
la ropa que me había puesto en aquel es-
tado; y después, hablándome y alentán-
dome a mí mismo:
Ánimo, Gil Blas
Ll
me dije, —valor, y
l piensa que
Vamos claros :
constancia.
después de este tiempo vendrá quizá otro
más dichoso. ¿
porque te ves en una prisión ordinari
después de haber hecho tan penoso en-
sayo de tu paciencia en la tenebrosa cue-
va? Mas ¡ay!l—añadí tristemente ;
yo me alucino y me lisonjeo. ¿Cómo será
posible que salga de esta cárcel, cuando
acaban de quitarme los medios de con
seguirlo? Un pobre encarcelado sin dinero
es pájaro á quien cortan las
En lugar de la liebre y de la perdiz que
había mandado componer, me trajeron un
pedazo de pan negro y un jarro de agua,
dejándome tascar el freno en mi calabo-
zo. En dl estuve quince días enteros, sin
ver en todos ellos otra persona que el al
caide, ) venía todas las mañanas 4
gistrar y renovar las prisiones. Cuando le
veía, intentaba entablar conversación con
él para desahogarme algún tanto; pero
aquel hombre nada respondía á cuanto le
preguntaba. Jamás me fué posible sacarlo
ni una sola palabra. Entraba y salía mu
chas veces sin dignarse siquiera mirarme.
Al décimosexto día se dejó ver el corro
gidor, y me dijo :
Ya puedes alegrarte, porque te traigo
una buena nueva, Hice que fuese condu-
cida 4 Burgos la señora que venía conti-
xaminéla sobre quién eras, y tu
us respuestas te justificaron.
; Será bueno desesperarto
a
laa
a1a8.
, mism Wdrás de la cárcel, con t:
que el arriero en cuya compañía vini
desde Peñaflor 4 0% abi los, Ss cún has
dicho, confirme tu declaración. Está en
Astorga, ya le he enviado á llamar, y le
estoy esperando. Si conviene su declara-
ción con la tuya, inmediatamente te pon-
go en libertad.
Consoláronme mucho estas palabras, y
desde aquel momento me consideré fuera
de todo enredo.
, Di gracias al juez por la buena y pronta
justicia que me quería hacer; y apenas
había acabado mi cumplido, cuando llegó
BLAS
NA 29
DE SANTI N
el arriero entre «los alguaciles. Connocil
inmediatamente ; pero el bribón, que sin
duda había vendido mi maleta, con todo
lo que tenía dentro, temiendo le obligasen
4 restituir el dinero que había recibido si
confesaba que me conocía, dijo descara-
damente que no sabía quién yo era, y
a
que jamás me habla visto.
¡Ah, traidor! — exclamé
yo,
confiesa que has vendido mi ropa, y res-
peta la verdad. Mirame bien. Yo soy uno
1] ,
l1OS
mozog á quienes amenazaste
nto en Cacabelos, llenando
iedo.
lo respondió muy fríamente
ba una jerigonza que él.no
de aque
2 1
taima:
habl:
entendía ; y como ratificó y mantuvo has-
ta el fin aquel solemniísimo embuste, mi
libertad se difirió hasta mejor ocasión.
que le
H13o me dijo el corregidor,-—bis n
ves que el arriero no concuerda con lo
que declarasti
por má
Convínome, pues, armarme nuevamen-
e de paciencia, y resolverme á estar toda-
fa 4 pan y agua y sufrir al silencioso
carcelero. Cuando pensaba en que no po-
, y así no puedo soltarte,
más que lo deseo.
día salir de entre las garras de la justicia,
siendo así que no había cometido delito
Mguno, me desesperaba con este triste
pensamiento y echaba de menos el lóbre-
E .
vo soter
Bier mado—me decía yo á mi
mismo,—allí me hallaba menos mal que
en este calabozo. Por lo menos, en aquél
comía y bebía alegremente con los ladro-
nes. Divertíame con ellos, y me consolas
ba la dulce esperanza de poderme escaz
par algún día; pero seré quizá muy feliz
si sólo puedo salir de aquí para ir 4
leras, 4 pesar de mi inocencia.
TI]
01 ASUALIDAD SALE GIL BLAS DE LA
CÁRCEL Y ADÓNDE SE ENCAMINÓ DESPUÉS
Mientras yo pasaba los días y las no-
ches en desvariar, entregado á mis tris-
tes reflexiones, se divulgaron por la ciu-
dad mis aventuras, ni más ni menos
que yo las había dictado en mi declara-
ción. Muchas personas me quisieron ver
por curiosidad, Venían unas en pos de
y se asomaban 4 una ventanilla
luz 4 mi prisión, y después de
otras,
lar a
que (