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348 HISTORIA DM GIL BLAS DE SANTILLANA
mar «el templo de la Fortuna,» donde
de repente se ven elevados y opulenigs
log que logran su favor.
—Decís, señor, mucha verdad-—me res-
pondió,—pero es menester tener pacien:
cia para esperarle.
-Vuélvote á decir—le repliqué, —quo
te sosiegues: ¿quión sabo sl quizá á estas
horas so te está preparándo alguna buena
comisi
Con efecto, pocos días después se me
presentó ocasi le útilmente
en el servicio del Conde-Duque, y no la
dejé rai
Hi dlábame una mañana en conversación
con don Ramón Caporis, mayordomo del
primer ministro, y era el asunto sobre las
rentas de S. XL.
Mi soñor—deciía él,—goza de varias
encomiendas en las órdenes milita-
res, que le reditúan cada año cuarenta
ail escudos, sin más obligación que. la
de llevar la cruz de Alcántara. Puera de
eso, los tres ET eos de lhombre de
nn?
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on as emp
cámara saball: mayor y gral
de indias 1 le pri pres n doseient
dos. Pero todo esto es nada en COMpara-
ción con los inmensos 5 caudales que saca
de las Indias pre) usted cómo? Cuando
los buques del Rey iso $ Sevilla 4 de
Lisboa para aquellos país hace embar-
car en ellos vino, mero h “todo el
que le produce su condado de Olivar
ds que le cueste un maravedi la conduc-
ción. En Indias se venden estos géneros
á precio cuatro veces mayor del que vya-
len en España. Con el dinero que gana
en esta venta, compra especiería, colores
y Otras drogas que en el nuevo mundo
están casi de balde, y en Europa se ven-
den ¿ subido precio. Este es un tráfico
que le vale muchos millones sin el menor
perjuicio del erario. Y no extrañará usted
continuó, —que: las personas empleadas
en hacer este comercio vuelvan todas car-
gadas de rique porque $5. E. lleva 4
bien que, haciendo su negocio, hagan tam-
bién ellas el suyo.
El hijo de la Coscolina, que escuchaba
nuestra conversación, no pudo oir hablar
así E don Ramón sin interrumpirle
Pardiez, señor Caporis -
que yo de buena gana sería uno de esos
empleados, y más que ha muchos años que
tengo grandes deseos de ver á, M6) Jico.
—Presto satisfaria yo
dijo el mayordomo, -
- exclamó, —
llana no se opusiera á tus dezeos. AÁunquo
soy algo delicado en la elección de los
sujetos que envío á las Indias para hacer
este tráfico, porque al fin yo soy el quo
los nombro, desde luego te sentaría ciega-
mente en mi registro, con tal que lo con-
sintiése tu amo.
Mucha ¡sat
don Ramón, —en que
prueba de amistad.
quien estimo, y además de eso es muy
capaz y tan puntual en todo lo que se
pone á su cargo, que espero no dará ell
menor motivo de disgusto: respondo por
él como saga responder por mí mismo.
—Siendo asít—replicó Caporis, —desdo
luega puede marchar á Sevilla, de don-
de dentro de un mes se harán á la vela
los navíos que han de pasar á las Indias.
Llevará una carta mía para cierto sujeto
ue le instruirá bien en todo lo que deba
wer para utilizar mucho sin el menor
“juicio de los intereses de S. E., quo
sagrados para él,
! nm con el nuevo em-
pleo, dispuso su viaje á Sevilla con mil es-
cudos que le dí para que comprase en An-
dalucía vino y aceite, y pudiese asi trafi-
sar por su cuenta en las Indias. Mas, sin
embargo de las esperanzas que llevaba de
mejorar su fortuna en el viaje, no pudo
separarse de mi sin lágrimas, ni yo pri-
varme de él con ojos enjutos,
tendría dijo á
usted me diese esa
lscipión es mozo á
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npri deb hn ser muy
XII
LLEGA Á MADRID DON ALFONSO DE LEIVA *]
MOTIVO DE SU VIAJE: GRAVE AFLIOCIÓN
DE GIL BLAS Y ALEGRÍA QUE LE SIGUIÓ.
Apenas se había ausentado Escipión,
cuando un paje del ministro entró en mi
cuarto y me ontaagó un billete que con-
tenía estas palabras:
«Si el señor de Santillana quisiese to-
»marse la molestia de: ir al mesón de San
»Gabriel, en la calle de Toledo, verá en
»él á uno de sus mayores amigos.»
¿Quién podrá ser este amigo ?—decía
yo entre mí mismo.,- ¿y por pa razón
me ocultará su nombre? Tal vez quiere sa-
zonarme el gusto de verle con > salneto
do la sorpresa.
Salí al instante e sa, me encaminó
á la calle de Toledo, llegué al sitio señala.
do, y me quedé no poco suspenso de en-
contrar á don Alfopso de Leiva,