Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

976 HISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLANA 
tres horas largas en vestirme, engalanar- 
me y adonizarme, y ni aun así me pude 
reducir 4 estar contento de mi figura. 
Para un mozalbete que se dispone á jr 
á ver á gu querida, esto es un recreo; 
Mas para un hombre que comienza á en- 
vejecer, es una ocupación, Con todo, ful 
más afortunado de lo que esperaba; vol- 
ví 4 ver á la hermana de don Juan, y 
ella me miró con semblante tan favora- 
ble, que todavía me prezumi valer algu- 
ha cosa. Tuve con ella una larga conver- 
sación: quedé hechizado de su carácter y 
de su juicio, y me pensuadí de que con 
buen tratamiento y mucha condescen- 
dencia podría llegar á ser un esposo que- 
rido. Llena de tan dulee esperanza, en- 
vié 4 buscar dos escribanos 4 Valencia, 
que formalizaron la escritura mabrimo- 
nial. Después acudimos al cura de Pa- 
terna, que vino á Liria, y nos casó á 
don Juan y 4 mí con nuestras novias. 
Encendí, pues, por la segunda vez la 
antorcha del himeneo, y nunca tuve moti- 
vo para arrepentirme. Dorotea, como 
mujer virbuosa, no tenía mayor gusto 
que, cumplir con. su obligación, y como 
yo procuraba adelantarme 4 llenar sus 
deseos, tardó poco en enamorarse de mí, 
como wi yo estuviera en mi juventud. 
Por otra parte, en don Juan y en mi 
abijada se encendió con igual viveza el 
amor conyugal, y lo más singular fué 
que las des cuñadas contrajeron la más 
estrecha y sincera amistad. Por mi parte 
advertí en mi cuñado tan buenas pren- 
das, que le cobré verdadero cariño, que 
no me pagó con ingratitud. En fin, la 
unión que reinaba entre nosotros era tal, 
que cuando teníamos que separarnos por 
la noche para volvernos á reunir el día 
siguiente, esta separación no se verifica- 
ba sin sentimiento; lo que dió motivo ú 
que ambas familias nos resolviésemos á 
no formar más que una sola, que tan 
pronta vivía en la quinta de Liria como 
en la de Antella, á la cual para este efec- 
to se le hicieron grandes reparos con los 
doblones de $. E. 
Tres años hace ya, amigo lector, que 
paso una vida deliciosa al lado de perso- 
nas tan queridas. Para colmo de mi di- 
cha, el Cielo 8e ha dignado concederme 
dos hijos, de quienes creo prudentemen- 
te ser padre, y cuya educación va á ser 
el entretenimiento de mi ancianidad. 
FIN
	        
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