Full text: Historia de Gil Blas de Santillana

do 
MISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLANA 51 
lo que debo hacer para lograr el consue- 
la de ver bueno á mi hijo 
Oyendo esto el doctorcillo, comenzó á 
observar al enfermo, y habiéndome hecho 
notar todos los síntomas que descubrían 
la naturaleza de la enfermedad, me pre- 
guntó de qué maner:. pensaba yo curarla. 
—Mi parecer es-—le respondi, —que se 
le sangro todos los días y quo se le dé 4 
beber agua caliente en abundancia. 
Al oír esto el mediquín, mo preguntó 
sonriéndoge con aire socarrón : 
—¿ Y creo usted que con esos excelen- 
bes remedios se lo salvará la vida al en- 
fermo? 
—| Y cómo que lo creo !—respondj ani- 
moso;—sin duda se conseguirá ese efec- 
to, pues son unos específicos contra to- 
do género de males: y si no, que lo diga 
el doctor Sangrado. 
—Según eso—replicó el doctor Cuchi- 
llo,—sa engaña mucho Celso, y escribió 
un gran disparate asegurando que para 
facilitar la curación de un hidrópico os 
conveniente dejarle padecer hambreysed. 
—/Oh!—le repliquá,—yo no tengo « 
Celso por oráculo. Engañóse como se en- 
gañaron otros, y algunas veces me com- 
plazco en ir contra sus opiniones. 
—Conozco por la explicación de usted 
"—repuso Cuchillo, —la práctica segura y 
buena que el doctor Sangrado quiere ins- 
pirar á todos los profesores jóvenes. La 
sangría y la bebida es su medicamento 
universal ; por lo que no me admiro ya 
de que tantos hombres honrados perez- 
can 0n+-sus manos... 
—Dejémonos de invectivas — le inte- 
rrumpl yo con sequedad,—no está bien 
en un; hombre de la profesión de usted 
tocar esta tecla. Sin sacar sangre y de 
jarlos beber se ha enviado muchos hom- 
bros-á la sepultura, y quizá usted habrá 
despachado á ella más que otros. Si usted 
biene algo contra el señor Sangrado, es- 
criba impugnándole, que no dejará cier- 
btamento de contestar, y entonces vere- 
mos quién es el que queda vencido. 
-] Por San Pedro y San Pablo- —pro- 
rrumpió llono de cólera sel doctorcillo,— 
que usted no conoce al doctor Cuchillo! 
Sepa, pues, amigo mío, que tengo garras 
y colmillos y que de ningún modo "mo 
causa miedo Sangrado; el cual, mal que 
le pega á su vanidad y presunción, no es 
más en suma que un original sin copia. 
La figura del mediquillo me hizo des- 
preciar su cólera. Repliqué con enfado, 
correspondióme con el mismo, y en bre- 
ve vinimos á las manos. Dímonos algu- 
has puñadas y nos arrancamos uno á otro 
porción de pelos antes que el droguero y 
su pariento nos pudiesen separar. Luego 
que lo hubieron conseguido, pagáronme 
la visita, 4 hicieron quedar á mi antago- 
nista, que verosimilmente les pareció 
más hábil que yo. 
Después de esta aventura, faltó poco pa- 
ra que me sucediose otra. Fuí á visitar 4 
cierto sochantre que estaba con calentu- 
ra. Apenas ma oyó hablar de agua ca- 
liente, cuando se mostró tan rebelde 4 es- 
te remedio, que comenzó á echar votos. 
Dijome mil desvergiienzas, y aun me ame- 
nazó con que me echaría por la ventana. 
Salí de aquella casa más de priesa de lo 
que había entrado, No quise visitar más 
enfermos aquel día, y me fuí derecho 4 la 
taberna de lo caro, dondo la víspera ha- 
blamos quedado apalabrados Fabricio y yo. 
Como ambos teníamos buenas ganas de 
beber, lo hicimos perfectamente, y después 
nos retiramos cada uno á su casa, en buen 
estado ambos, quiero decir, moros van, 
moros vienen. No conoció el doctor San- 
grado el achaque de que yo adolecía, por- 
que le conté con tanta energía lo que me 
había sucedido con el doctorcillo, que 
atribuyó mis descompasadas acciones y 
mis palabras mal articuladas al enojo y 
cólera que mo había causado el lance que 
le refería, Fuera de eso, como él era in- 
beresado en el hecho, se alteró algo con- 
bra el doctor Cuchillo, y así me dijo: 
—Hiciste muy bien, Gil Blas, en vol- 
ver por el honor denuestros remedios con- 
tra aquel aborto, 6 más bien dicho, 2m- 
brión de nuestra facultad. Pues qué, 
¿piensa el grandísimo ignorante que no 
se deben administrar á los hidrópicos be- 
bidas acuosas? ¡ Pobre mentecato ! Pues 
yo defenderé delante de todo el mundo que 
con el agua se puede curar todo género 
de hidropesías, y que es un específico 
igualmente adaptado para éstas, como pa- 
ra los reumatismos y opilaciones. Es tam- 
bién muy propia para aquel género de ca- 
lenburas que por una parte abrasan al en- 
fermo y por obra le hielan, y es maravillo- 
so remedio para todas aquellas enferme. 
dades que se atribuyen á humores frios 
serosos, flemáticos y pibuitosos. Esta opi- 
nión sólo parece extraña á los principian- 
tes, cuel es Cuchillo, incapaces de discu-
	        
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