36
a casa. Dijome entonces que le siguiese,
y los cuatro elegantes VE juntos «el
samino de la casa adonde había ofrecido
levarlos don Fernando de ESOS: Comen-
26, pues, 4 marchar detrás de ellos, jun-
lamente con los otros tres criados, porque
tada uno de los caballeritos llevaba el su-
HISTORIA DB
yo. Observé, con admiración, que los
bales criados procuraban remedar en todo
á sus amos, imitando su aire y movimien-
tos. Saludélos á todos, como un nuevo ca-
marada suyo. Corres, pana de la
misma manera, y uno de llos, después
do haberme mirado ala por bre-
vo rato, me dijo:
—Hermano, conozco por toda tu ti
que nunca has servido 4 ningún caballe
de esta e spe el
Es ii lo respondí, —porq ha
muy poco tiempo que lle gué 4 Ma Lei 1d,
-Asi me lo parece á mí también—repli-
tó él ;—todavía hueles 4 lugar, porque te
yeo tímido, atado, y observa sn tu modo
lo manejarto un E só Pp de aldeanismo,
rusbicidad y encogimiento. Pero no impor-
ta: yo te prometo sobre mi palabra que
presto te desbastaremos y te puliremos.
Esa es lisonja—le repliqué.
—Nada de eso—repuso :+—está cierto de
que no hay hombre, por tosco que sea, á
quien no sepamos acepillar y pulir.
necesitó declr > m eS para E yo
8 que tenía por comp aAÑero;
lindos perillanes, y que no podía caer én
mejores manos pi wa llegar á ser mozo do
provecho. Cuando llegamos á la tal casa,
hallamos ya preparada la mesa y depto sta
la comida que don Fernando había tenido
cuidado de encargar desde por la maña-
na. Sentáronse á la mesa nuestros amos,
y nosotros nos dispusimos 4 servirles. Co-
menzaron á comer y á charlar con mucha
alegría, y era para mí grandísima diver-
sión el yerlos y oirlos. Su carácter, sus
pensamientos y sus expresiones me diver-
tían completamente. ¡Qué viveza! ¡Qué
chistes! ¡ Qué agudezas! Me parecian hom-
bres de diferente especie. Cuando se sirvie-
ron los postres, les pusimos muchas bote-
llas de los mejores vinos de España, y le-
vantados log manteles, "nos retiramos los
criados á otro cuarto, donde había mesa
para nosotros.
Tardó poco en conocer que los caballe-
ros criados de mi cuadrilla eran hombres
de mucho mayor mérito de lo que yo me
Labía imaginado. No se contentaban con
NT
NO
cOnocIt
unos
GIL BLAS
DE SANTILLANA
imitar los modales de sus amos ;
ban hablar el mismo lenguaje, y los bella
cos lo hacían tan á la perfección, que ú
reserva de cierto airecillo de nobleza, que
nó sabían remedar, en todo lo demás pare-
clan los mismos. Admirábame su desen-
voltura y desembarazo ; pero mucho más
me wuunave su prontitud y la agudeza de
sus dichos, tanto que absolutamente des-
esperé de llege ar nunca á parecerme á ellos,
afectas
El criado de don Fernando, en vista de,
que su amo era el que re :galaba á los nues-'
tros, pu los honores del banquete, y lla-
mando al dueño de la casa, le dij
—Patrón, tráiganos acá diez bote dd del
vino más generoso que tenga, y según us-
ted acostumbra, cárguelo en la partida del
bebieron nues
que bros amog
—Con mucho gusto—respondió él;—
pero, señor Gaspar, ya sabe usted que el
señor don Fernando me está debiendo mu-
chas comidas ; si por medio de usted pudie-
ra cobrar algún dinerillo...
¡Oh l—repuso el criado,—no pasdis
cuidado por lo que se os debe: yo salgo
por fiador de que las deudas de mi amo
son como plata quebrada. Es verdad que
algunos acreedores han hecho embargar
nuestras rentas; pero mañana haremos
que se levante el secuestro y serdis
do de todo el importe de la
examinarla,
Trájonos el vino, no embargante el se-
as, y bebimos poderosamente mientras
llegaba el día de que éste se alzase. Eran de
ver los brindis que continuamente nos ha-
clamos unos á otros, llamándonos recípro-*
camente por los nombres de nuestros
amos. El criado de don Antonio llamaba
«Gamboa» al de don Fernando, y el de don:
Fernando llama «Centelles» al de don An-
tonio, y 4.mí me llamaban «Silva». Poco
á poco nos fuimos todos emborrachando
bajo estos nombres postizos, ni más ni me-
nos como lo habían hecho nuestros señores
amos bajo los suyos propios.
Aunque en realidad no brillaba yo tanto
como mis camaradas, sin embargo no de-
jaron de mostrarse bastante cont tentos con-
migo.
—Amigo Silva-—me dijo uno de los me.
nos bart mudos ,—espero que haremos da
ti algo bueno, Veo que tienes fondo $ inge-
nio; pero no sabes aprovecharte de él. “El
miedo de hablar mal te acobarda; no te
atreves á hacerlo por temor de decir algún
despropósito: con todo eso, ¿cuántos pas
paga-
cuenta sin