En todo se necesita empezar.
nor de ser presentadas.
favorable 4 Blanca,
rían en decaer...
TX
El elemento intelectual predominaba en
las recepciones de la condesa de N ancey,
y éste, habituado ú la vida independien-
te, se rodea de cierta familiaridad, porque
la originalidad de su modo de ser, se avie-
ne mal con la etiqueta.
En el salón de la calle de Boulogne
bien pronto imperó la franqueza de sus
convidados, franqueza que todavía no ex-
cedía los límites de la buena educación,
aunque Blanca tenía un verdadero placer
por las frases picarescas de los obradores.
Al poco tiempo la Condesa comprendía
á media frase las sutilezas del argot lite-
rario y no se extrañaba de oir pronunciar
una frase de javanés. Esto por sí no era
de gran importancia; pero los hechos, de
un carácter grave, no tardarlan en apa-
recer,
Un cierto número de esos intrigantes
que hay seguridad de hallar en todas par-
ves donde haya diversión, encontraron me-
Blanca desplegó sus más irresistibles en-
cantos para hacer la conquista de los que contribuir á realzar el esplendor de aque-
lo habían presentado, y logró su objeto.
Después de una noche dedicada 4 la mú-
sica y la conversación, terminada por una
cena, los convidados se retiraron á las dos ñoras, auténticos títulos la mayor parte,
de la madrugada, sumamente encantados
| de la belleza y de la gracia de la señora
Y de Nancey. Al siguiente día hablaron del
pl hotel de la calle de Boulogne con tanto
ardor y entusiasmo, que varias celebrida-
des de un orden superior solicitaron el ho-
Al cabo de un mes, log deseos de la
Condesa se habían realizado “por comple-
to, viéndose sus salones llenos de verda-
deras celebridades operándose una reacción
Desgraciadamente, y por la fuerza de
los acontecimientos, las deliciosas recep-
ciones de la callo de Boulogne no tarda-
122 LOS DRAMAS DEL ADULTERIO
ro de estrellas de mediano esplendor, nebu» dio de ser presentados á la Condesa, la
losas la mayor parte, pero al fin estrellas. que no tuvo valor para rehusar á sus nue-
vos amigos la presentación de algunas se-
ñoras de la mejor sociedad y dignas de
llos salones.
A Blanca sorprendió algún tanto la pe-
tición formulada á nombre de aquellas se-
tras la manera con que había sido acogi-
da por el mundo aristocrático.
Sus objeciones fuéron refutadas con vic-
toriosas respuestas. La demostraron de
una manera evidente que la marquesa A...
la condesa B... la vizcondesa O... la bas
ronesa D... etc., etcétera, eran dignas de
tal honor, y si algún vago rumor había
corrido respecto á ellas, aquel rumor erg
calumnioso y no podía tomarse en con.
sideración por una persona sensata, sar
biendo distinguir lo bueno de lo malo.
Blanca cedió. Los recuerdos de su pro-
pia existencia la predisponían á mirar en
cada acusado una víctima, y además ha-
llaba un secreto placer desafiando á la so»
ciedad parisión, abriendo sus puertas á las
que, por imposición de esa misma socie»
dad, le habían cerrado las suyas.
El sexo femenino fué introducido en las
soirées de la calle de Boulogne, Aquellas
mujeres, jóvenes, hermosas, bien educa.
das, seductoras por su elegancia y su gra-
cia, no eran baronesas d'Ange, Todas te-
nian nombres respetables... verdaderos ma-
ridos y era creencia general qué poseían
tierras y títulos de renta en cartera.
Unicamente, que sus maridos no vivían
con ellas y nadie hubiera podido indicar el
origen y la cifra de las rentas que leg
permitían renovar sin cesar sus toilettes,
sus coches y sus caballos, y
A partir desde el día que la Condesa
las recibió, sus salones variaron comple:
tamente de aspecto, transformándose en
un garito de la high-life, inevitable cuan-
do la dueña de la casa compone parte de
él y cuando sus amigas son mujeres ca-
sadas cuyos maridos no se ven nunca.
Cierta noche se improvisó un baile al
piano que produjo gran contento, en el
cual se bailó un quadrille en el que al.
gunos jóvenes dieron una muestra del bai.