Full text: Los dramas del adulterio

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150 LOS DRAMAS DEL ADULTERIO 
dos pasos de tu hotel, buenas noches, que- 
rido, vete á la cama, y puesto que, según 
tus palabras, el amor de Clorinda es un 
sueño, procura al dormirte seguir soñan- 
do lo que haces despierto... 
Gregory volvió á su casa á pie y antes 
de acostarse sacó de un mueble de ébano 
incrustado de marfil y provisto de sólidas 
cerraduras, un legajo de papeles que exten- 
dió sobre la mesa de despacho. Aquellos 
apeles estaban escritos en cinco ó seis 
idiomas. En la escritura se hallaban inter- 
calados signos convencionales, cuyo sig- 
nificado, ¿ menos de tener la clave, no hu- 
biera podido descifrer, Lineas rectas tra- 
zadas á pluma dividían en cuadros una de 
aquellas hojas, y en la cabecera de cada 
una se leía el nombre de París, Londres, 
Viena, Berlín, Francfort, etc., eto... 
En cada cuadro, dos, tres, cuatro nom- 
bres seguidos de señas y acompañados de 
aquellos signos misteriosos que hemos 
mencionado. 
Gregory transcribió con lápiz en una ho- 
ja de papel blanco uno de aquellos nombres 
y unas señas: Samuel Kirchen, calle de 
Lappe, núm. **, después la dobló en cua- 
tro partes y la metió en su cartera donde se 
veía otro papel en el que había dos líneas 
escritas en alemán, teniendo como firma, 
hecha con estampilla, una viñeta bastante 
bosca, representando dos manos enlazadas, 
y como emblema la palabra: Frankfurt. 
Hecho esto ató otra vez el legajo, le me- 
tió en el mueble de que lo había sacado, se 
acostó y se durmió con un sueño algo agi- 
tado. 
Al siguiente dia, ú la hora en que según 
costumbre iba Cleveland para el asalto co- 
tidiano, el Príncipe salió de su habitación 
vestido sencillamente, con un sombrero 
hongo que usaba para ir de viaje y sin la 
roseta multicolor que solía llevar en el 
ojal de la solapa. Se había rizado las guias 
del bigote y puesto unos quevedos con cris- 
tales azul claro. Estas ligeras modificacio- 
nes desfiguraban hasta el punto de hacer- 
lo desconocido. 
Subió á un coche haciéndose conducir 4 
la Plaza de la Bastilla, y después de ha- 
berse informado, se dirigió 4 pie 4 la calle 
de Lappe, que se halla próxima, 
Esta calle, habitada especialmente por 
traficantes en hierro viejo, destructores de 
carruajes y prenderos, cuyos géneros pro- 
ceden de las ventas más ínfimas, no ofrece 
nada de simestra ni alarmante. Calle es- 
trecha, sucia, de casas viejas en que vi- 
via gente honrada, 
Gregory encontró sin trabajo la casa 
que buscaba, subió la escalera, y al ver en 
el primer piso estas tres palabras: Hablad 
al portero escritas encima de una puerta 
por donde salian olores de cuero y de ber- 
zas cocidas, preguntó si el señor Kirchen, 
á quien buscaba, se hallaba en casa á aque- 
lla hora. 
—El padre Samuel. ..—contestó una voz, 
—no sale tan temprano... Es en el piso 
cuarto, tiene el nombre en la puerta... 
El Principe continuó su ascensión, llamó 
á la puerta que le habían dicho, que le fuó 
abierta por el sistema de cuerdas, hallán- 
dose en una habitación completamente des. 
mantelada; vió en frente una segunda 
puerta entreabierta, y oyó 'las siguientes 
palabras pronunciadas por una voz enro. 
quecida y con detestable acento tudesco :, 
—Por aquí : 
Gregory obedeció y pasó á una amplia 
habitación muy sucia, amueblada con al- 
gunas sillas de madera blanca y dividida 
por una mampara de madera con balaus» 
tres, revestida interiormente con percalina 
verde. En medio de los balaustres había 
una ventanilla 4 la altura conveniente. 
—¿Qué queréis?—preguntó la voz tu- 
desca. 
—Deseo hablar al dueño de la casa—res» 
pondió el Principe en correcto alemán.— 
¿Sois Samuel Kirchen ? 
—Yo soy—replicó el judío.—Decidme 
qué es lo que queréis, 
—Deseo hablar reservadamente con vos. 
—Nada os lo impide. Estamos solos y 
nadie nos interrumpirá sin mi permiso. 
Acercaos á la ventanilla y decid lo que ten- 
gáis que decirme. Ante todo, ¿quién sois ? 
—Mi nombre importa poco. Vengo á ha- 
blaros de un negocio, de un buen negocio ; 
pero antes de explicarme, mirad esto, 
Gregory habla abierto su cartera y saca. 
do el papel doblado en cuatro que tenía dos
	        
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