ni tierras, ni caballos, ni crédito... Las
obligaciones de caminos de hierro y valo-
res del Estado han desaparecido en la bo-
rrasca; pero me queda un capital de
gran valor, si sé explotarlo...
—¿Un capital ?—repitieron los acreedo-
res. —¿Ouél?
—Mi PERSONA—contestó Paul con la en-
tonación de un héroe de tragedia.—Tengo
veintiocho años, los dientes blancos y ni
un solo cabello gris... figuro entre lo mejor
de la high-life parisién. Las señoras de to-
das clases de la sociedad tienen la amabi-
lidad de calificarme de buen mozo y ade-
más me llamo Paul Armand Gastón, conde
de Nancey, que es el de una antigua fami-
lia coronada con un ilustre título. Todo esto
vale millones y solamente se trata de en-
contrar una mujer lo suficiente inteligente
y rica para ponerme precio...
—Conformes ; ¿pero dónde se halla esa
mujer ?-—dijo el constructor de carruajes.
—¿Dónde se halla? No lo sé y no me
preocupa, puesto que no seré yo quien la
busque.
—¿ Pues quión ?
—Vosotros, mis queridos amigos.
—¿ Nosotros ?—exclamaron sorprendidos
los proveedores.
—5SÍ, vosotros, y vosotros la encontra-
róis si buscáis bien, ¿Quión lo haría mejor
que vosotros? Desde luego comprenderdis
que yo no puedo ocuparme personalmente
de semejante asunto, Ponerme yo precio
sería una cosa ridícula, y además, los tra-
bajos de exploración en busca de la dote de-
seada deben hacerse en un mundo, al cual
no pertenezco... Juzgo las cosas tal y como
son y para colocarme en buenas condicio-
nes de precio, es menester no ridiculizarme,
La futura condesa de Nancey deberá ser
alguna burguesa llena de vanidad y deseosa
de ser gran señora y tener un escudo en
la portezuela de sus coches. Vuestras in-
dustrias, amigos míos, son industrias de al-
to lujo que os ponen en comunicación con
muchas familias honorables enriquecidas
por el comercio ó por la especulación. En
estas auriferas minas es donde hay que re-
buscar y donde vuestros trabajos podrán ser
útiles para vosotros y para mi. El procedi-
LOS DRAMAS DEL ADULTERIO
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miento que tenéis que emplear es elemen-
tal. Pregonad mis gracias á cada momento
añadiendo á cada verdad alguna exagera-
ción, ¿Qué seré yo gracias á vosotros? El
[ónix, el mirlo blanco, Hay que hacer el ar-
tículo en beneficio común, como si so trata.
se de vender al más alto precio una mer-
cancía un poco averiada. ¿No es esto lo que
hacéis todos los días? Ahí tenóis á nuestro
amigo David Meyer ; cuando quiere encajar
á un cliente cándido algún primoroso caba-
llo inglés, mal corredor, fuera de servicio,
que cojeará á los ocho dias después de cum-
plido el plazo de garantía, ¡ qué sagacidad !
¡ qué aplomo! Subyyga, fascina y vende el
caballo. Imitadle, amigos mios, dejando
prudentemente en la sombra ciertos puntos
que puedan perjudicar el negocio, En su-
ma, no engañaréis á nadie, Soy un hombre
galante en toda la extensión de la palabra.
No tengo más defecto que el de adorar el
lujo y los placeres. Tal vez el matrimonio
me corrija... es de esperar...
—La conversión no me parece difícil—
dijo sonriendo Lebel-Girard que se torna-
ba optimista.
— Además. ..—afiadió el joyero, —aunque
el señor Conde sea más rico que antes, ¿80
sujetará ?
—El señor Conde ha sido muy calavera
—afirmó á su vez el tratante de caballos, —
pero estos solterones suelen ser los mejo-
res maridos. Los jóvenes son como los po-
tros, necesitan cambiar el pelo antes que
puedan estar en estado de servir para el co-
che ó para la silla,
—¡ Tenéis razón l—añadió Paul.—¡ Veo
con placer, mis queridos amigos, que com-
prendéis el negocio! y celebro que la co-
rriente simpática, interrumpida por una
tormenta pasajera, se halle restablecida y
más asegurada que antes entre nosotros.
Yo cuento con vosotros, contad conmigo,
No regatearé ningún sacrificio por pagaros.
Sin embargo, permitidme que os haga algu»
nas ligeras indicaciones. Aunque me hallo
dispuesto á pasar por alto un sinnúmero
de detalles para conseguir el objeto que me
he propuesto, hay una cosa que no acepta-
ró jamás ; que es el ridículo, Me casaré con
quien queráis con tal que la persona á quien
dé mi nombre sea joven y no muy fea. A