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LOS DRAMAS DEL ADULTERIO 249
'Al perder la serenidad, como sucede
siempre, había resuelto doblar, triplicar y
eun cuadruplicar la enorme suma que te-
día entre sus manos.
Seguramente no se habrá olvidado al cé-
lobre García, poseedor de más de un mi-
llón, adquirido en las salas de juego de los
Wemanes y no supo conservarlo,
Lo mismo le ocurrió á Gregory, y na-
buralmente, entonces esta ave de rapiña,
como todos los de su especia, se sintió
impulsado hacia París, enloquecido, vaci-
lante sobre la boca del abismo abierto por
los hombres del 4 de septiembre y aún más
agrandado por las gentes del 18 de marzo.
Ha llegado el momento de decir en al-
gunas líneas la verdad de lo que era Gre-
gory, y cómo había podido por espacio de
muchos años hacer tomar en serio su nom-
bre y su principado, y hecho dar la mano
por muchas personas honorables.
Una familia de estirpe real que llevaba
el nombre histórico de $... existía en rea-
lidad, y existe aún en Valaquia,
Esta familia, que fué rica, pero que r1e-
veses sucesivos la habían reducido á una
fortuna modesta, vivía en un castillo muy
antiguo, situado en medio de los bosques,
lejos de carretera y de toda vía de comu-
nicación.
El príncipe 8... hacía tiempo que había
muerto.
La Princesa vivía sola con su hijo úni-
co que se llamaba Gregory, y que algunos
años antes de la época en que principia es-
ta historia tendría quince años.
Ni la madre ni el hijo dejaban nunca
sus dominios, donde sus pocos servido-
res los acompañaban,
La Prinoesa trataba de reconstituir para
Gregory, á fuerza de economías, una par-
te de la opulencia perdida y de dar á su
ilustre casa un poco del esplendor de otras
voces.
Para que el pequeño Principe estuviese
6 la altura de los destinos que su madre
entrevela en su porvenir, era necesario que
recibiese una educación brillante, no que-
riendo la Princesa de ningún modo sepa-
rarse de él...
¿Cóma hacerlo ?
Decidió darle un preceptor, y óste fué
un hombre de veinte años, dotado de una
inteligencia extraordinaria, hijo de un an-
tiguo arrendatario de la familia 8... que
acababa de terminar sus estudios en la Uni-
versidad de Bucharest,
Deseoso de saber, trabajador infatigar
ble, siendo para él un juego las dificultades
más arduas, el joven Gregory, asi se lla-
maba tambión el preceptor, tenia sobre to-
do lo que puede llamarse el don de idio-
mas. Las palabras, las frases, la pronun-
ciación de los idiomas extranjeros, se gra-
baban en su memoria, con una rapidez
maravillosa y no lo olvidaba jamás.
Gregory, dotado destan grandes faculta-
des, no obstante lo humilde de su naci-
miento, obstágulo difícil de vencer en el
país en que había nacido, podia y debia
conquistar un día, según toda apariencia,
una posición elevada; desgraciadamente
todo género de malos instintos, mal acalla-
dos, existían en él, y no esperaban más que
una ocasión para despertarse completamen-
be y obrar.
El lujo, lo vida agitada, las mujeres, las
grandes comidas, los vinos escogidos, el
placer bajo todas sus formas, atralan ú
Gregory, ocupando su pensamiento y per-
turbando sus sueños ; pero sin apartarlo de
sus trabajos,
Guiado por tal preceptor, el joven Prin-
cipe, aunque su inteligencia no traspasara
los límites de una mediania, hizo rápidos
adelantos.
A los diez y ocho años, sabía más que
casi todos los estudiantes de su edad, y
nadie dudaba que Gregory llegaria ¿ lo-
grar el hacer de él un hombre distingui-
do. Un día cayó de un caballo estando de
caza, con tan mala suerte, que veinticuatro
horas después fallecia sin haber podido
conseguir volverle el conocimiento.
Desesperada la Princesa, se abismó en
su dolor, y convirtió su morada en una es-
pecie de convento, de donde no salía nun-
ca y donde no recibía á nadie; pero, antes
de esto, había manifestado á Gregory su
gratitud, entregándole una suma relativa-
mente importante, á fin de que el joven se
pudiera constituir una renta que le permi-
tiera vivir con desahogo.
La posesión por Giegory, de aquella su-