LOS DRAMAS DEL
Nicolás Bouchard significó su intención
de celebrar una fiesta el día de la boda,
de la que se hablará largo tiempo en el
país, contando invitar 4 mucha gente y ro-
gándole á Paul que por su parte hiciera lo
mismo. Se proponía dar un gran baile,
guido de fuegos artificiales, procedente de
los talleres de Ruggieri, exaltándose su
e
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imaginación con tan magnificos proyectos.
El señor de Nancey tuvo que sostener
una larga discusión para convencerle de
que aquellas demost raciones nupciales ha-
bían pasado de moda, y que indicaban al
burgué mente más distin-
uido, más aristocrático, más noble, en
s, siendo infinita
una palabra, hacer las cosas sin pompa y
sin ruido, invitando únicamente á almor-
zar á los cuatro testigos. Nicolás Bouchard
se dejó convencer al fin, no sin haber
opuesto una gran resistencia...
Paul tuvo buen cuidado de no manifes-
tar su resoluci firme de llevarse á su
mujer al levantarse de la mesa y pasar la
luna de miel en Italia, temiendo la oposi-
ción de su suegro.
lomo el día anterior, el buen hombre
condujo á su futuro yerno á la estación
d'Enghien, algunos minutos antes de pa-
sar el último tren, y al tiempo de sepa-
rarse le entregó un papel plegado en cuatro
dobleces.
—¿Qué es esto ?—preguntó Paul.
—Una bagatela... un chóque contra el
Banco.
—¿Con qué objeto me dáis esto, que-
rido suegro?
—Para la canastilla...
—Es á mi solo á quien incumbe...
—Ya lo só; pero me ha indicado nues-
tro amigo Lebel-Girard que por el momen-
to no estabais en fondos...
—El crédito me servirá...
—Conformes ; pero en cuestión de plate-
ría, cachemires y de encajes, es mejor pa-
gar al contado... pues se conforman con
un cincuenta por ciento de ganancia á lo
Sumo.
—Acepto, puesto que lo deseáis y os
quedo agradecido. ..
—,Ni una palabra más! ¡ Lo que os doy
es vuestro!
Una vez dentro del vagón, Paul desdo»
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bló el chéque que Nicolás acababa de en-
tregarle y vió. que-era de cien mil francos.
Mientras estos acontecimientos tenían
lugar en Montmorency, Blanca Lizely,
enervada de amor, acostada 'sobre el sun»
tuoso lecho de. su alcoba llamaba inútil-
mente al sueño. ¡Amaba y era amada!
¡Las sensaciones largo tiempo contenidas
de su naturaleza ardiente iban al fin á
poder manifestarse libremente! ¡| Un por-
venir dichoso iba 4 borrar las huellas y
hasta el recuerdo de un pasado de sufri.
mientos |
Alargaba sus desnudos brazos hacia
Paul ausente... Sus labios entreabiertos
lanzaban al espació los ardientes besos que
_enviaba á Paul...
ADULTERIO
,
XV
Firme en sus resoluciones, el señor de
Nancey se dispuso, desde el día siguiente,
á llevar á cabo el doble plan que su fértil
imaginación había concebido. Compartiria
el día entre Margarita y Blanca, buscan»
do un pretexto, bien fuese para llegar
tardo Ó para retirarse temprano de Monb-
morency ó de Ville-d'Avray.
En Montmoreney seguían las cosas su
curso natural y ya se había señalado el
día de la boda. Ningún obstáculo podía
surgir y la amabilidad de Margarita, tímida
y reservada al principio, se hacía á cada
nueya entrevista algo más expansiva. Evi-
dentemente la joven había entregado su
corazón por entero y la felicidad llegaría 4
la hora fijada.
No sucedía lo mismo en Ville-d'Ayray y
el Conde no lograría su intento tan pronto
como había creído. Blanca, perdidamente
enamorada, luchaba con heroísmo en con-
tra de su pasión y de la de Paul. Descon-
fiaba de los impetus de su naturaleza, te-
mía ceder al peligro y hacía extraordina.
rios esfuerzos para no exponerse más de
lo razonable. Aunque un casamiento, qua
ella creía próximo, si.no autorizarlo todo,
parecía al menos justificarlo, mantenia
á Paul á distancia y no le permitía nunca
después de tiernas palabras ninguna clase
de libertades