LOS
zó una carta, La señorita Lizely la
cogió ávwidamente ; pero reconociendo en su
forma su objeto, estuvo á punto de no
abrirla. Sin darse cuenta y de una manera
completamente maquinal, la abrió y de
bló el satinado papel. De pronto sus 0]08
se dilataron, lívida palidez reemplazó su
un estremecimiento re-
]
¿800-
blancura rosada,
corrió todo su cuerpo.
Acababa de leer las líneas siguientes,
que le parecían trazadas con caracteres de
fuego.
El conde Paul de Nancey tiene el ho-
mor de anunciaros su efectuado enlace con
la señorita Margarita Bouchard, de Mont-
morency.
Por orden de Nicolás, una simple coma,
+ como se puede ver, reemplazaba el parén-
tesis.
La señorita de Lizely, que creyó haberlo
soñado, leyó dos veces aquella terrible no-
ticia,
—¡ Ah |—murmuró con desfallecida voz
——¡el miserable |
Y como herida en el corazón, se des-
q plomó sin sentido.
. XVIT
3 En tan corto espacio de tiempo se ha-
A bian desarrollado los sucesos que acaba-
mos de referir, que apenas si habían trans-
9 logo á este relato.
viaje fué delicioso?
El señor de Nancey alquiló 4 orillas
del lago de Como una linda villa, verda-
dero nido amoroso, donde los nuevos es-
posos, rodeados de un lujo de principes,
gozaban en plena libertad de las encanta-
doras delicias de la luna de miel.
LOS DRAMAS.—5
DRAMAS DEL
currido tres semanas desde la memorable
reunión de los acreedores del señor de
Nancey, que en cierto modo sirve de pró-
ye Fué á primeros del mes de noviembro
el día en que Paul y Margarita, casados
por la mañana, se ponían en camino para
3 Italia. ¿Será necesario consignar que el
Hacía seis semanas que vivian en aquel
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ADULTERIO 65
hi cha por
pasar
nido, y no obstante la prox
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el invierno entero, cuando recibió
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el Conde á
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cióndole que regresase en segu da. Nicolás
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los notables habitantes de Montmo-
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te aquella noticia pensando qu
del ex negociante triplicaría su fortuna,
Marg: su padre y
gran pena. Sin embargo, preparó el via-
je en seguida, y dezó el paraíso terrestre,
tomando el camino de París.
Los Condes llegaron 4 Montmorency á
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el pobre hombre, desde
ni veía ni entendia. Poco antes de expirar,
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LUTO. y
hacía cuatro días,
pareció despejarse, reconoció á Paul y á
Margarita, y una expresión de profunda
alegría se reflejó en su semblante descom-
puesto; atrajo hacia sí á su hija estre-
chándola contra su corazón, tomó la ma-
no de Paul, y con voz apa 1 balbuceó y
—¡Que Margarita sea dichosa!...
Después murió.
La joven fué tan cruelmente herida por
aquella muerte inesperada, que su salud se
resintió.
Volver á Italia no era posible, por pro-
hibir el médico un viaje largo y fatigoso.
Llegaba el fin de diciembre y Paul y
Margarita fueron á ocupar el hotel de la
calle de Boulogne.
Nicolág Bouchard dejó tres
lidamente colocados en acciones del Banco
de Francia y en obligaciones de caminos
de hierro. Con el millón que le quedaba,
después de pagar las deudas y al Credit.
foncier, el Conde se halló con doscientas
mil libras de renta. Esta inmensa fortunal
le trastornó, volviéndole la fiebre de gas-
tar. Renovó por completo el mobiliario de
su hotel, aumentó sus cuadras con doce
plazas, ocupadas por caballos ingleses tral.
dos expresamente por David Meyer; en
la cochera había seis nuevos carruajes, y,
encargó 4 Froment-Meurice la vajilla de
plata más rica de París.
millones só-