Full text: El hijo legal

8 PRÓLOGO 
mente con el sistema de pesos y medidas. Y tam- 
bién—digamos una cruda verdad—con el siste- 
ma monelario. 
Es curioso observar cómo un país tan mal co” 
merciante como España, tan desposeído del ins- 
tinto mercantil, aplica apreciaciones casi exclu- 
sivamente comerciales a la literatura. Claro está 
que nos referimos al vulgo; pero el vulgo, en esto 
de lecturas, es todo el país; los intelectuales que 
prestan su atención a estos asuntos son unos 
cuantos; la crítica apenas existe, y en lo que 
respecta a América, está por conquistar para es- 
tos fines. 
El vulgo — todo el país — considera primera- 
mente al autor dramático; cree en la superiori- 
dad del Teatro como género. No hay novelista a 
quien no le hayan preguntado millones de veces, 
gentes de todas las categorías y de todas las in- 
teligencias: 
—¿Por qué no escribe usted para el Teatro? 
La pregunta suele ser especialmente formula- 
da después de la lectura de una de las novelas de 
este hombre. Suele plantearse así la cuestión: 
—He leído esa novela de usted. La he encon- 
trado admirable. Con ese talento que Dios le dió, 
¿por qué no escribe usted para el Teatro? : 
La incongruencia de la deducción es formida- 
ble, y carecería de explicación si no supiésemos 
que, al expresarse así, el vulgo establece su creen- 
cia de que la literatura dramática ocupa la cum- 
bre de todos los géneros. ¿Cómo llega el vulgo a
	        
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