EL DESCONTENTO 121
nos cartagineses, entre jóvenes que debían que-
rerse como hermanos.
El sistema de las jerarquías, de las clases, bien
lo palpábamos en el Colegio. ¡Gon qué aire es-
túpido de superioridad miraban los que se ha-
llaban en los primeros puestos a los pobres que
ni siquiera eran decuriones!
Mientras comíamos, un alumno leía desde el
púlpito la vida de algún santo o la Historia de
las catacumbas, y ni que decir tiene que no
prestábamos atención a la lectura, y ya que no
podíamos hablar, nos dedicábamos al pienso con
todas las furias de nuestros vírgenes estómagos.
En cuanto al estudio, los más sacábamos el
curso sin estudiar, sólo con oír en clase a los
seisu ocho papagayos que ostentaban las supre-
mas investiduras. En el salón de estudio pensá-
bamos en nuestras casas, en mil proyectos para
cuando las vacaciones llegaran, y en otras cosas
más o menos pecaminosas.