NOCHE DE LUNA 173
avisando con fingido enojo: “Si mañana no eres
más puntual, no salgo; si no te largas en segui-
da, no salgo tampoco.” Y Juanillo, encogiéndose
de hombros, ha sonreído, y se aleja hacia la casa
de sus amos. En la mitad de una calle se acerca
la figura de otro rondador, que viene de pelar la
pava. Los dos se reconocen; pero no quieren dar-
se por reconocidos. Van en opuesta dirección,
ovitándose con cautela, como si se traicionasen;
pero esta impertinente Luna, esta vieja celestina
que todo lo husmea y lo pregona, ha fundido las
dos sombras, que en un instante ha sido como
la sombra de un solo pensamiento. Al separarse
han vuelto la cabeza los trasnochadores con la
sospecha de su propia conducta. y ha dicho uno:
“¿Me la pegará con el señorito Manolo?” Y el
otro: “¿Me engañará con Juanillo?” Pero ellos
mismos se han calmado, pensando: “Es Alfon-
sa muy bravía.” “Es María muy inocente y
muy tímida.”
¡Oh, vieja Luna, vieja Luna! ¡ Hechicera culpa-
ble, socarrona impenitente! ¡Cómo sonríes aho-
ra desde esa altura, junto a la rueca de plata en
dondo hilas las más absurdas redes amorosas!
Obra de tu lunático hechizo son esas risas y es0s
estallidos apasionados que se oyen a través de la
reja de María y a la otra parte del portalón de
Alfonsa. Recibe gozosa el homenaje de esos ga-
tos que te miran desde el tejado mientras sus