Una mala cita y un suicidio trágico...
cómico,
Hija única del veterano luchador, del que ha-
bía domeñado la fortuna hasta hacerla su es-
clava, y entre los mimos de doña Manuela—que
murió cuando su hija contaba diez años—, Cla-
ra se educó en ese ambiente gris, estúpido y cur-
si que caracteriza el hogar de los adinerados de
pueblo.
Satisfechos sus menores caprichos, envuelta
en la máxima temperatura cultural, con profe-
sor de piano y maestro de escuela en casa—Ccua-
renta pesetas al mes—, adquirió esa veleidad que
poseen casi todas las niñas ricas y mal educadas.
Sin embargo, a pesar de todas las herejías que
con su alma ejecutaba el ambiente, Clara tenía
un fondo de bondad, colindante con la sugestión
fácil, que conquistaba la estimación de quien la
trataba.
Por este fondo de nobleza, sedimento de bon-
dad, que yacía en su espíritu, vióse impulsada
a tomar el billete que el iluso Rafael puso en sus
manos en el pasillo del teatro. Fué un rasgo de
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