Full text: Placer, dolor y felicidad

suplicaba, se le esperaba, se le anhe- 
laba, y como era amigo de Wanda, 
se había prestado para modelo en 
aquellas pinturas, de las que ya se 
hablaba en la élite de los halls de los 
Ritz de Roma, Nueva York, París, 
Londres, Berlín, y el Puerto del Mar 
Dulce, la tierra sin igual de la dulce 
Wanda. 
¡Cómo van a gozar con el buen 
lord Tricks!---dijo la señorita al ar- 
quitecto—. Me ha prometido asistir, 
siempre que esté libre, a nuestro ár- 
bol de Nochebuena. 
Será un acontecimiento que co- 
mentará la prensa del mundo entero. 
Eso será un tributo a Leslie, por 
ser periodista de tanto 
-No, la mayoría lo hacen por los 
renombre. 
millones de su padre, miss Wanda. 
—¿Cree usted que no tienen juicio 
independiente y que no son lo bastante 
nobles para dejarse impresionar por 
nobles hechos? 
-Muy pocos, 
ideas vendidas es lo que permite vivir 
créalo usted... las 
a la mayoría, y son pocos los que las 
tienen de la elevación y bondad de las 
suyas, señorita... 
En tales términos de precioso dis- 
currir estaban cuando apareció Leslie 
a caballo para buscar a su amada y 
acompañarla al lunch con que les ob- 
sequiaba un colega que acababa de 
llegar de Nueva York para invitarlo 
a un que decidiese del 
sketch teatral más bello y de final de 
más efecto, premiado con cincuenta 
mil dólares. 
Leslie iba a declinar la invitación 
concurso 
porque quería descansar para inau- 
gurar con un brillante discurso el 
Asilo de Wanda, el día para ellos más 
40 COLECCION DE NOVELAS SENTIMENTALES 
importante de su vida: el de su com- 
promiso. 
Pero Wanda le rogó que no desis- 
tiera, pues para un argentino lograr 
un galardón en Nueva York, debía 
ser empeño de orgullo nacional. 
Vea usted, Icart, que ni vivir para 
mi linda novia puedo. 
Icart y Wanda se miraron, como si 
aquella mirada fuese una continuación 
de lo hablado entre ellos anteriormente. 
Será un laurel más que obtendrá 
usted para ofrecérselo, amigo Pearson 
-dijo el arquitecto. 
Así es que, conformes todos en que 
el novelista pusiera una vez más su 
genio a prueba, se despidieron. 
Wanda y Leslie montaron en sus 
caballos, después que Icart ofrendó 
a la joven el más bello botón de rosa 
de te que había a la entrada del casi 
terminado pabellón de juego del Asilo. 
Wanda se lo colocó en la solapa de 
su elegante levita de amazona, y son- 
riendo al notable muchacho partió, 
llena el alma de su infinito amor por 
lado 18 
contaba cosas suyas, confidencial, ex- 
Leslie, que caballero a su 
pansivo y enamorado como siempre. 
Llegaron al Palacio de Palermo. 
Wanda subió corriendo las regias 
escalinatas que llevan a una marque- 
un montículo 
donde se eleva la mansión digna de 
sina enorme y de allí a 
reyes y donde se acoge con 'cordiali- 
dad a todo necesitado de ayuda o pro- 
tección. 
Cuando la niña iba a desaparecer en 
el hall, Leslie la saludó con reverencia 
versallesca y montó de nuevo a ca- 
ballo para ir a su Club a vestirse. 
AlMlí se habían de reunir, a la hora 
prefijada, con el periodista yanqui.
	        
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