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PLACER, DOLOR Y FELICIDAD 77
do pajecito femenino, vestido de heral-
do y precioso como una figurita de
Perrault... Y el cantor, un muchacho
elegantísimo, interpretó con fuego y
ternura, con ademán de arrebato y
de amor con música selecta, ese adiós
de la carne que al separarse se des-
garra y sangra, del alma que solloza
su desventura.
«Puesto que es preciso separarnos,
¡oh, mi amada! enlacémonos loca-
mente, desesperadamente, y en una
noche de amor, terminemos nuestro
idilio con nuestra vida.»
—¡Qué bello es sentir asíl—-dijo
Pía oprimiendo en un rapto de amoro-
So lirismo las manos de su compañero.
—¡Inmenso! ¡Lo único que ofrece
de amable la vida!
lie,
le contestó Les-
—Tú al menos eres feliz, porque
Puedes desahogarte en tus páginas, y
la plétora de deseos y de ternuras
que nos afligen a las almas selectas
derramarla para tu alivio y el de los
demás.
Leslie la miró dentro de los ojos y
le dijo, ofreciéndole su copa verde
llena de rubio Mosela:
—¡Selecta mía! Bebe como yo, ol-
vido... Créeme, la suma consciencia es
desventura... Hay que vivir un tanto
embriagado para no enfermar de te-
lo.
—Al verte, ambiciono yo también
Escribir una página Eterna.
—¿Y por qué no escribes?... Te
Sobra talento. Eres erudita y artista;
tienes, pues, la mitad del camino an-
dado para producir obras bellas.
Porque yo ambiciono la perfec-
Món. Mi soberbia es tanta, que para
escribir quiero superar a todos... ¡hasta
a til
«¡Quisiera escribir páginas vibran-
tes que señalasen mi nombre en la
inmortalidad; quisiera describir la bon-
dad suma, el bien sin límites, la sabi-
duría infinita, las verdades más tras-
cendentales, y con la pluma resolver
problemas del confuso dolor humano!
¡Quisiera llevar a las almas el
consuelo, la fe y la paz!
»¡ Hallar la solución de todos los
dilemas; verter el zumo de la vida
dentro de las exangúes venas de los
miseros, de los trabajadores y ven-
cidos; dar alegría a los pobres, ilu-
siones a los que nada esperan, y a las
almas en otoño anunciarles el ¡eureka!
de una segunda juventud de amor;
a la gente nueva señalarle el camino,
huir todo lo sistemático y ser de la
ancianidad el vivificante bálsamo de
recuerdos amables y de eternidades
de paz.
»Donde no se mida por el tiempo,
sino por el sentimiento; no estancar-
me en ningún clasicismo del pasado,
romper el molde de todo lo preconce-
bido. Hacer sociología práctica, en-
señar, ilustrar de manera que al leer
mis libros quedase dentro de los ce-
rebros que me prestasen su atención
una lucecita beneficiosa en las ti-
nieblas de la ignorancia, que como el
oro viejo aumentase de valor con el
tiempo.
»¡Quisiera mejorar los humanos des-
tinos con mi pluma y curar los dolo-
res inútiles o sin remedio material!
»¡Quisiera derramar Caridad, Amor
Ventura!...
»No femeninas banalidades, sino
apropiarme el cerebro vuestro, de