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A MANERA DE PRÓLOGO
¡Mujer! Eres mi hermana en el do-
lor y en el placer, y como tú también
busqué siempre la felicidad.
No quisiera descorazonar tu empeño
diciéndote que en materia de amor la fe-
licidad no existe, ni parecerte cínica afir-
mando que solamente fuera del amor
hay paz.
Persíguelo tú. Acaso consigas más
que yo,
Ese niño alado es caprichoso.
De las manos que le forman nido es-
capa, y suele empeñarse en anidar en
las de abiertas palmas indiferentes.
No pretendo darte consejos, yo que no
supe acertar.
Te refiero solamente casos de doloro-
sas de amor, para que elijas y compares
los caminos más aproximados a esa mis-
teriosa felicidad que debemos buscar
dentro del corazón del dulce enemigo:
el hombre. -
Estúdialo mucho.
A ver si aciertas.
Pengo entendido que es más fácil
aprender griego, latín, indostánico, y que
se resuelve con más probabilidad de éxito
la cuadratura del círculo, que leer en el
alma de quien deseamos que nos ame.
Posiblemente nos amaría habiendo pro-
cedido del todo diferente, y desde lue-
go le gustaríamos mucho más si fuéra-
mos la otra. Es decir, variedad. Ese es
el secreto de su deseo.
A ver cómo te las compones, mujer,
para ser siempre distinta, sin que él note
que lo haces.
Ya sé, ya sé que esto es dificilillo y
que el pobre corazón desfallece a veces
en la prueba; pero ¡qué quieres! todo lo
que cuesta vale, y el ver a un hombre
rendidamente enamorado a nuestros pies
es un espectáculo de inusitada alegría pa-
ra el corazón, ¿verdad?
Aquí, en el secreto de nuestras confi-
dencias, ¿no es cierto, mujer, que aun-
que cruel y malo y pícaro, ingrato, va-
riable y caprichoso, desleal, inconstante,
trapaloncico, enredoso, tenorio, mal ge-
nio, exigente, egoísta y ¡basta yal el