Full text: La hija del terrorista

LA HIJA DEL TERRORISTA 9 
Sin decir una palabra más, La Oroix 
dlejó á su hija, mientras que ésta, dejándo- 
89 caer en una silla, murmuraba por la 
Bajo: 
—¡ Te odio, señor don Rufo Orasháw | 
Quisiera saber por qué has de venir. ¡Ahi 
Ojalá no le viese más en mi vida. 
Pero al momento rechazó todo pensa- 
miento rebelde y alzó la cabeza. 
—Soy una hija indigna de mi padre— 
dijo en voz alta, —y una hermana indife- 
rente de los pobres oprimidos. 
Abrió la ventana y apoyóse en el ante- 
pecho. 
—¡ Qué hermoso está todo! suspiró. 
Mas, con un 
al punto. 
gesto de disgusto, entróse 
—Se rompió el encanto; me ha visto 
y no me queda otro remedio que bajar á 
abrirle, 
Momentos después la joven recibía 4 un 
hombre fornido, que la saludó apretando 
eon fuerza su mano. 
—¿Cómo está usted, señorita ? La feli- 
cito por su buena fortuna. 
—Muchas gracias 
inmutarse, 
sespondió ella sin 
—Supongo que no desempeñará por 
más tiempo usted misma el oficio de cama- 
Tera 
—¿Por qué no, señor Orasháw ? 
—¿Por qué no? Pues, sencillamente, 
porque no es costumbre del país; es us- 
ted una rica heredera inglesa... 
—No, señor, mi herencia no es ingle- 
sa, y en cuanto á las costumbres del país... 
Interrumpióse, y abriendo una puerta de 
la salita interfor, dijo resueltamente : 
—El señor Crasháw. 
Rufo Orasháw saludó 4 Passáuf con una 
ligera inclinación de cabeza, pero dió la 
2. á su huésped con respetuosa defe- 
rencia. 
AY 
: Era un hombre de anchas espaldas, fao- 
ciones abultadas, robusto y algo pesado 
en -sus movimientos; su cara revelaba 
perspicacia, fuerza, voluntad de hierro y 
energía indomable; en sus Ojos, en su voz 
y en sus ademanes se traslucia una gran 
dosis de confianza en sí mismo. 
Apuntemos para completar su retrato, 
que era hombre de mediana edad y sol- 
tero, por más señas. Seis meses antes hu- 
biéramos- podido darle el título de gerente 
de una fundición y para determinar su for- 
tuna hubiéramos necesitado una larga hi- 
lera de cifras. Ahora bastaba calificarle de 
hombre que vive de sus rentas. 
Julio Passauf, individuo de baja estatu- 
ra, ojos pequeños y penetrantes y cara 
medio oculta por espesa barba, acercó su 
silla 4 la mesa con brusco movimiento y, 
cogió una pluma maquinalmente, 
—Todavía no, Passauf—dijole Crasháw. 
—Ante todo es menester hablar de otra 
2084. 
Y, dirigiéndose 4 La Oroix, añadió : 
—Hemos de tomar una resolución, Ten» 
go carta de... Sharláw. 
—/¿ De Sharláw ? 
Los dos hombres se estremecieron ; La 
Oroix se levantó. 
Crasháw sacóse tranquilamente una car- 
ta del bolsillo y dándosela á Passaul, le 
dijo : 
—Lgela en voz alta; está escrita según 
la cifra convenida.—Pero, haciendo un ges- 
to que le era familiar cuando quería recor- 
dar algo, añadió: —No, espera un poco. La 
Oroix, han transcurrido los siete días: 
¿qué resuelve usted ? 
—Una semana atrás conocia usted mi 
resolución, Crasháw ; y bien sabe usted que 
no fuí yo quien fijó el plazo de siete dias. 
—Ya me entiende usted; ¿ha tomado 
usted alguna resolución con respecto 4 su 
hija ó ha decidido ella por sí misma? 
—Ni una cosa ni otra—respondió Le 
Croix con firmeza.—Desde nuestra últi- 
ma entrevista la posición de mi hija ha
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.