Pm a AAA
AS
A AAA
108 LA HIJA DEL
—Siento mucho decirle que el señor ha
salido.
—¿ Orce usted que volverá pronto?
—No, señor; no vendrá hasta muy tar-
de. ¿Quién le diré que ha venido?
—Es inútil dejarle mi nombre; quizá
vuelva,
Y el desconocido se fué.
Mientras se alejaba, una sombra no muy
grande salió de la obscuridad y le fué si-
guiendo,
Al atravesar un jardín público, el an-
ciano se detuvo, miró en torno suyo y se
sentó en un banco al lado de unos arbus-
tos, Quitóse el sombrero, lo puso sobre
sus rodillas y apoyó en él un codo, sujetan-
do la barba con la mano.
Pasa media hora y el anciano no hace
el menor movimiento. Lia sombra se im-
pacienta, pero no puede moverse, No ha
de llamar la atención del viejo y cabal-
mente no hay más alma viviente en el par-
que. Tiéndese en el banco que adoptó co-
mo punto de observación y esto prueba
cuán desmoralizada se halla. Estuvo lar-
gas horas de plantón cerca de la casa de'
la Fifth Avenue y el cansancio la invade.
Pero tiene la seguridad de que no se dor-
mirá. Contempla al anciano que permane-
ce inmóvil, desea que se mueva; estira
los brazos, bosteza, cierra los ojos y... la
sombra, d pesar de toda su fuerza de vo-
luntad, duerme profundamente, mientras
que alguien, cruzando el parque, se acer-
ca á ella.
Miles La Oroix llegó á su casa después
de media noche.
—'¡ Papá, cuánto ha tardado usted | ¡ ()16
angustia he tenido esperándole! Debe us-
ted estar cansadisimo. ¡Cómo tiembla!
TERRORISTA
—Hija mia, anduve más de lo que que-
ría.
—¡Cómol ¿Ha estado usted. andando
hasta ahora? ¿No fué usted á la reunión ?
—¿ Qué reunión?—Y la miró con ojos
extraviados.—¿Qué reunión? No había tal
reunión.
—¿ Cómo que no? Crasháw vino aquí á
buscarle, Dijo que se trataba de una re:
unión importante y cuando le dije que aca»
baba usted de salir, se fuó muy de prisa
diciendo que ya le alcanzarla 4 usted por
la calle. ¿No le ha visto usted ?
La Croix subió la escalera lentamente y
con visible dificultad.
—Me voy á mi cuarto, Moina. Súbeme
una copita de vino. Estoy muy cansado,
demasiado cansado para hablar, Voy á
acostarme inmediatamente,
La chica conocía su genio; siguióle si-
lenciosamente, le sirvió el vino que pedía
y cuidó que nada le faltase. Ya sabía que
era inútil preguntarle. Dióle un beso que
él devolvió con gesto maquinal,
—Buenas noches, papá—le dijo.—Voy
á ver si Margarita se mete en cama y vuel-
vo en seguida, porque quiero saber si se
encuentra usted bien en cama.
Moina se entretuvo algún rato con Mar-
garita, presa de una ansiedad que ella mis-
ma no acertaba ¿4 explicarse. ¿Adónde ha.
bía ido su padre? ¿Con qué objeto? Estaba
segura de que no había visto á Crasháw.
No acostumbraba salir solo al anochecer,
ni á irse sin decir una palabra. Moina no
supo que su padre había salido hasta que
Urasháw fuó á buscarle. Desde que estaban
m Nueva York, jamás había hecho tal co-
sa. La joven exhaló un hondo suspiro al
entrar de nuevo en el cuarto de su padre,
La Croix dormía ya con la cabeza echa.
da hacia atrás y los cabellos alborotan
dos, como si una mano febril los hubiese
puesto en desorden,
Moina le llevaba una bebida rofrescanta