Full text: La hija del terrorista

12 LA HIJA DEL 
Tenta delante una habitación espaciosa 
cuyas paredes y techo revelaban los estra- 
gos del tiempo, sin ser esto óbice para la 
más escrupulosa limpieza. Llenaba el cen- 
tro de la habitación una gran mesa cuadra- 
da, rodeada de una docena de sillas, En las 
dos esquinas opuestas á la puerta de en- 
trada y entre las ventanas, que eran tres, 
había cinco pupitres diferentes entro sí. 
Cuatro de ellos estaban cerrados y vacios 
sus taburetes correspondientes. El quinto 
estaba abierto, caída su ancha tapa, dejan- 
do ver unos estantes llenos de cajitas do 
hojalata fuertemente atadas y lacradas. 
Frente á él velase 4 un hombre inclinado 
sobre la tapa que al caer formaba una me- 
sa, teniendo á su izquierda un montón de 
cartas cerradas y 4 su derecha otro mon- 
tón de cartas abiertas y desplegadas. En 
la esquina izquierda superior de la carta 
de encima, podían leerse estas palabmas : 
Contestada, 11 mayo, 18... 
El hombre tenía delante una carta abier- 
ta escrita con extraños jeroglíficos, que 
vertía con mano suelta y sin vacilación al 
más puro inglés en una hoja de papel 
blanco. 
El reción llegado miró al que estaba es- 
eribiendo como un autómata y echó una 
rápida ojeada en torno suyo, observándo- 
lo todo. Examinó con la mirada las ven- 
tanas cubiertas con una tela blanca quo, 
sin amortiguar la luz, tapaban la vista, 
las paredes cubiertas de planos y mapas, 
los pupitres vacios y la mesa desnuda en 
medio de la sala. Vió también otro pupitre, 
colocado diagonalmente en otra de las es- 
quinas, más pesado y de mayores dimensio- 
nes que los otros, constando de dos alas 6 
compartimientos laterales con encasillados 
llenos de cartas ordenadas alfabéticamen- 
te, los cuales se cerraban formando las ta- 
pas del pupitre. 
Estaba éste abierto, y había en la mesa 
plumas, tinta y papel de un color azula- 
TERRORISTA 
do en abundancia, hallándose colocado de 
un modo muy visible un gran montón de 
cartas cerradas. 
El recién llegado cerró la puerta y dió 
vuelta á la llave, yendo luego 4 sentarso 
frente á su pupitre. 
Iba á abrir la primera carta, cuando el 
eseribiente, poniéndose la pluma cabal- 
gando en la oreja, dió media vuelta sobre 
su asiento y dijo: 
—Tenga Vuecencia muy buenos días. 
—¿Qué hay de nuevo, Disset? 
El así llamado cogió una carta abierta. 
—¿Qué hay de nuevo ?—repitió el otro. 
—Carta de América—dijo Disset. 
—¡Ah! ¿De América? 
El hombre saltó de la silla, corrió hacia 
Disset y arrebatóle la carta de las manos. 
Encabezaba la hoja un látigo que termi- 
naba en un nudo, mal dibujado 4 la plu- 
ma; y al final, con mano más firme, había 
escrita una fecha: Mayo, 12. 
IV 
DATOY BIOARÁFICOS 
—Mayo 12. 
Sus facciones tomaron una expresión 
de dureza; dejó la carta y volvió á su pu- 
pitre. 
—Asi, pues, nada podemos hacer—dijo. 
-—Nada ; á no ser que propongamos una 
solución... 
—Basta, Disset. Ni tú, ni yo hemos de 
recurrir á tales medios. 
El secretario habló de nuevo. 
—Señor Sharláw. 
—¿ Qué más ? 
—Hay carta de Orasháw. 
-—¿51? ¿Qué quiere? 
——Estará aquí antes de una hora. 
—¿ De veras? ¿Quién trajo su carta ? 
—Passáuf
	        
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